César y Jorge Cadaval, el dúo hispalense Los Morancos.

TW
0

Proceden del genuino barrio de Triana (Sevilla), un lugar tocado por la frescura y la creatividad. Los Morancos llevan 40 años en la órbita del humor costumbrista, gozando de audiencias que otros, más sutiles y refinados, ya quisieran para sí. Regresan con sus decorados de mesa camilla y su folclórica fauna de personajes, travestida de abuela, niña pija o vecina fisgona, chillando y practicando ese humor ramplón que explota con éxito los tópicos de su fascinante tierra. Trui Teatre acoge Todo por la matria, su nuevo espectáculo, el 1, 2 y 3 de julio. Hablamos con César, el mayor de los hermanos Cadaval.

¿Cuál es el punto de partida de Todo por la matria?
—Repasar la situación en el país introduciendo lenguaje inclusivo, lo cual resulta muy hilarante.

En la bis humorística de Los Morancos prevalecen dos miradas, una instalada en la ternura y otra en la caricatura ¿como se le saca partido a esa contradicción?
—Es nuestra forma de hacer humor, con cariño y ternura, somos puros en lo que hacemos y estamos tranquilos con nosotros mismos.

¿Qué personajes públicos encajan peor la parodia?
—Nunca hemos tenido problemas con nadie.

¿Entiendo, pues, que la duquesa de Alba gozaba de un excelente sentido del humor?
—(Risas). Sí, fíjate que nos decía con guasa que dejáramos de copiarla, era un encanto de señora.

Si llevamos al diván el sentido del humor de este país, ¿cuál sería su diagnóstico?
—Bueno. Con la que está cayendo siempre hacemos un chiste de todo. El español tiene un gran sentido del humor.

¿Tenemos mejores humoristas que políticos?
—Es la pregunta más fácil que me has hecho. Hay mejores humoristas. Antes, en tiempos de Carrillo y González, sin entrar en colores políticos, teníamos una clase política mejor que la de ahora.

¿Treinta años haciendo reír agudizan el ingenio?
—Sí, y además estás más rápido y tienes más chispa.

¿Hay espacio para la improvisación en vuestro montaje?
—Hay mucha improvisación, nos encanta.

¿Hasta dónde les gusta meterse en la piel de un personaje?
—A veces estoy en casa y, de repente, me sale algo del personaje en un tic o una frase.   

Su actividad consiste en radiografiar en clave humorística la conducta del ser humano, en ese sentido, ¿no le resulta inquietante que sigamos cometiendo los mismos errores que Shakespeare ya aireaba hace cuatro siglos?
—Decía Gila que el humorista vive de la memoria del público. A nosotros nos gusta darle un giro cómico a la realidad.

¿Cuál ha sido su momento ‘tierra trágame’ sobre un escenario?
—En un teatro, se me puso el vientre malo y me fui. Mi hermano se dio cuenta e improvisó sobre el tema.

¿Humor e inteligencia van siempre unidos o hay tontos muy graciosos?
—Hay diferentes tipos de humor, el nuestro mira a la calle.

¿El humor ha de tener límites?
—Sí, hay cosas que no se deben tocar.

¿Cuáles son los suyos?
—El humor negro no nos gusta, y tampoco meternos con la religión. Por lo demás, no tenemos demasiados límites.     

¿Cómo se fabrica un gag?
—Nos fijamos en todo, ya sea en la calle o en la televisión y luego nos juntamos y tratamos de darle una vuelta cómica.

¿Alguna vez se han enfrentado a la indiferencia del público?
—En una gala en Extremadura nadie se reía, lo comentaba con Jorge preocupado, pero al acabar nos aplaudieron a rabiar. No entendimos nada.