La cineasta María Pérez Sanz (Cáceres, 1984). | Kela Koto

TW
1

Puede que a algunos lectores no les suene el nombre de Karen Blixen, pero sin duda la gran mayoría sabrán de la existencia de la célebre película Memorias de África, dirigida por Sydney Pollack y protagonizada por Meryl Streep y Robert Redford. El largometraje, estrenado en 1985, se alzó con siete premios Oscar, y estaba basado en la obra autobiográfica de la autora danesa, más conocido por su pseudónimo literario Isak Dinesen. Sin embargo, la cineasta María Pérez Sanz (Cáceres, 1984) huye de ese mito y se acerca más a la mujer que está «en horas bajas» en su filme Karen. La directora asistirá este jueves 21 a la proyección de la cinta en el Teatre de Manacor y, posteriormente, charlará con el público. El acto, que será a las 19.30 horas, está organizado por Cinemaclub 39 escalons, Dones de Llevant, Enviu Manacor y el Ajuntament.

«La crítica ha hecho lo inevitable que es ligar mi filme al biopic, pero yo quería desdibujar eso todo lo posible. De hecho, hasta el momento de hacer la película no había leído nada de ella y lo que realmente quería hacer yo era rodar una película en Extremadura. El paisaje vino primero. Mi familia tiene una finca en Trujillo, donde yo pasé mucho tiempo, y fue allí de hecho donde filmé mis cortometrajes, ambientados en la África colonial. Tenía esa obsesión de trasponer el paisaje extremeño y africano. De repente busqué una idea para un largometraje partiendo del paisaje y apareció ella. Fue así como empecé a buear en su vida y a leerla», cuenta Pérez Sanz. Fue un «flechazo», asegura.
«Era una mujer misteriosa, contradictoria, atípica, de otro siglo», subraya. Y así, poco a poco, el personaje fue ganando la partida al paisaje. En la construcción de este personaje, la cineasta remarca la importancia de las cartas, un material más «en bruto, menos idealizado» y de Sombras en la hierba.

«En las adaptaciones literarias al cine creo que es mejor centrarse en algo concreto más que pretender abarcar todas las vicisitudes de la vida. Esta película es justo lo contrario, me concentro en un momento, aunque difuso, pero son los últimos. No encontramos a la Karen feliz, sino a la enferma, la que ha perdido a algunos seres queridos y la que está en ruina económica y emocionalmente», apunta.

Christina Rosenvinge

El hecho de Christina Rosenvinge, también de ascendencia danesa, protagonice la película es también un valor añadido. «Acabamos descubriendo que su abuelo fue amigo de Thomas, el hermano de Karen que tanto la ayudó en su carrera. Incluso Christina, cuya familia también pertenecía a la aristocracia, aportó algunos elementos del mobiliario o vajilla», cuenta. «Christina había hecho poco cine y hacía mucho tiempo. Al principio le propuse que se encargara de la música, aunque yo ya vi claro que quería que ella fuera Karen. Ha sido arriesgado, porque la sombra de Meryl Streep es muy alargada, pero acabó aceptando porque seguía teniendo esa pasión adentro, aunque su carrera la llevara por otros derroteros», reconoce la directora. «El universo de Karen resonaba en el de Christina, pero en ningún momento intenté convertirla en Karen. Simplemente la quería filmar y poner texto en su boca», insiste.

Destino

La especial relación entre Karen Blixer y su criado somalí Farah Aden es también un eje importante del largometraje. Ambos, aunque muy diferentes, creen firmemente en el destino. «Es algo que está muy presente en toda la cinta y sobre todo al final, cuando se convierte en una escritora tardía, ha abandonado África y su casa en Nairobi se convierte en un museo muy frecuentado por turistas», revela. De hecho, Pérez Sanz visitó esa casa museo ubicado en Nairobi que aparece al final de la película y que precisamente se erigió «aprovechando lo que dejaron tras el rodaje de Memorias de África y de las donaciones que hizo la productora». «El mito de Karen Blixer surgió a raíz de la película de Sydney Pollack, que contribuye a su vez a ese mito. En Karen, en cambio, está lo cotidiano del mito, la cara ‘B’».