El periodista y escritor Ignacio González Orozco. | R.C.

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Ignacio González Orozco es un escritor y periodista residente en Barcelona, pero que mantiene fuertes lazos vitales y familiares con Mallorca, donde vivió doce años y ambientó su segunda novela, Rapaces, un texto de realización técnica más que meritoria, depurado lenguaje y fuerte carga de crítica política. El pasado septiembre dio a la imprenta 'Annual: todas las guerras, todas las víctimas' (Rambla Ediciones, Barcelona), ensayo muy ameno y documentado que pretende ofrecer un enfoque insólito en el mundo editorial español, en tanto que trata con perspectiva bifronte –española y rifeña– de aquel luctuoso hecho de armas, en el que no faltó la presencia mallorquina.

Un verdadero desastre, ¿no es cierto?
— Efectivamente, así fue. Entre los días 21 de julio y 9 de agosto de 1921 tuvo lugar en el norte del actual Marruecos el llamado Desastre de Annual, la derrota más grave sufrida por un ejército a lo largo de los siglos XIX y XX. Murieron 10.000 soldados españoles.

¿Qué hacían allí todos esos soldados?
— Oficialmente, mantener la autoridad española en el Protectorado marroquí, legalmente respaldada por tratados internacionales. De facto, defender con su vida los negocios de los condes de Romanones, Güell y Zuviría, principales accionistas, junto con otros oligarcas españoles, de las minas de hierro del Rif, de pingüe beneficio para los citados plutócratas.

¿Cuáles fueron las causas del Desastre?
— Muchas y variadas. Por ejemplo, de orden militar: errores tácticos de bulto del alto mando, armamento de mala calidad, guarniciones excesivamente atomizadas. Sin olvidar la corrupción interna del ejército, muy generalizada, ni el mérito del líder enemigo, Aldelkrim, que logró unificar militarmente a las tribus del Rif.

Se acusa a Abedlkrim de provocar la tortura y muerte de los soldados españoles que se rendían.
— Ocurrieron auténticas barbaridades, perpetradas por ambos bandos. Pero Abdelkrim nunca las promovió.

¿Hubo presencia mallorquina en aquella guerra?
— Sí, por supuesto. Puede decirse que todos los hitos del Desastre [Annual, Dar Drius, Monte Arruit…] están regados con sangre de soldados mallorquines que tuvieron la mala suerte de ser asignados al ejército de África en el sorteo de quintos. El caso más curioso es el de un niño palmesano de nueve años, Laureano, que se encontraba con su padre, el capitán Cándido Irazazábal, en la posición de Bu Ermana. Cándido murió en el combate y su hijo fue apresado por los rifeños. Lo liberaron semanas después. Con el paso de los años, además de representante del célebre tenor Alfredo Kraus, Laureano fue tío materno de Félix Pons Irazazábal, presidente del Congreso de los Diputados entre 1986 y 1996. También cabe nombrar al médico militar mallorquín José Rover Motta (tiene una calle dedicada en Palma), que falleció en Monte Arruit el 9 de agosto de 1921, durante los últimos compases del Desastre. Sus padres tenían una farmacia en la plaza de Antonio Maura.

El político mallorquín Antonio Maura, ¿también tuvo relación con el desastre?
— Efectivamente. Maura asumió la jefatura del Gobierno tras la derrota de Annual y se preocupó por enviar refuerzos urgentes en defensa de Melilla, que había quedado cercada por los rebeldes rifeños. Más tarde, sin embargo, su gabinete trató de evitar que hubiera una investigación a fondo sobre las causas de la debacle. Uno de los vapores que surtieron a la ciudad de tropas se llamaba El Mallorquín.

¿Alguna otra anécdota que relacione a Mallorca con este desastre?
— No puede dejar omitirse la actuación del financiero Joan March, que ganó sus buenos dineros surtiendo de fusiles y munición a los insurrectos. Su patria era el dinero.

¿Cuáles fueron las principales consecuencias del Desastre para la historia de España?
— Yo destacaría dos. La primera, el desprestigio irreparable del rey Alfonso XIII [muy interesado en la guerra africana para su propia gloria personal], lo que llevó a la dictadura de Primo de Rivera. En segundo lugar, la forja de un grupo de militares, los llamados ‘africanistas’, con mucha ambición personal, pocos escrúpulos humanitarios y una falsa conciencia de salvadores de la Patria que generó en ellos una vocación nítidamente intervencionista; el más famoso de todos, Francisco Franco.

Para finalizar con esta entrevista, ¿qué puede decirnos de su obra?
— Que no es un ensayo erudito y descriptivo, sino analítico, en el que intento presentar las causas de aquella guerra, las condiciones en que se desarrolló para los dos bandos y las consecuencias del conflicto, que aún colean, pues hay indicios científicos de que las bombas químicas lanzadas por la aviación española pueden ser causantes del elevado índice de enfermos de cáncer que se registra actualmente en el Rif. En cuanto a mi intención, ha sido poner un pequeño adoquín en el camino del conocimiento y la reconciliación entre españoles y rifeños.