El escritor y periodista Antoni Escanellas en una imagen reciente. | M. À. Cañellas

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«En mi casa siempre habíamos pensado que el abuelo era un tipo curioso, ya sabes, un abuelete loco. Lo que no nos imaginábamos es que era un maldito Rambo». La sorpresa que Antoni Escanellas se llevó al investigar el pasado de su abuelo, y que no es pequeña, es lo que recoge en Una vida esborrada, el libro que publica con Dolmen y en el que se reúne la documentación que acredita las diferentes vidas que su abuelo, Jaume Roig Gomila, se vio obligado a vivir desde ser herrero. capitán de la Brigada Mixta número 95 del Ejército Popular de la República y ese abuelo cañero que se iba andando hasta Inca. Un todo en uno.

Escanellas, que ya publicó un libro llamado Fitxa 15. Postals contra l’oblit sobre la figura de su bisabuelo y su paso por campos de concentración de Mallorca, cuenta en este caso que «sabía que había sido militar y se contaba que había sido condenado, pero era como una leyenda negra». Además, su abuelo no era muy dado a hablar de estos temas. «La gente que ha vivido la guerra o no habla de ella, o cuenta siempre las mismas batallitas. Mi abuelo era de los primeros, aunque en sus últimos años empezó a contar cosas», y una de esas historias le dejó marcado: «Me dijo que, estando en Madrid, salvó a una mujer y su hijo en un bombardeo, y claro, aluciné».

Es entonces cuando el Escanellas más periodista empieza a investigar y logra dar con una carpeta de documentos militares en la que se acreditaba que le habían condenado a 12 años de cárcel por rebelión y auxilio a la rebelión. Pero no sería tras la muerte de Jaume Roig que Escanellas comienza a «pedir a los tribunales militares que me pasen la información de su causa y se me deniega hasta 2020, cuando por casualidad damos con la persona indicada y nos da acceso a la caja 145 del Arxiu Militar de Ferrol, en Galicia, donde está la carpeta de la causa 1121/38». He ahí el bombazo.

«Descubro que fue capitán de las brigadas mixtas 95 y 155, de las más activas, participando en los frentes de Madrid, Teruel, Valencia o Belchite. Estaba destinado a ametralladoras y justo antes de la Batalla del Ebro le detienen».

A raíz de ahí, este albañil especializado herrero que acabó por las circunstancias de la vida envuelto en un conflicto bélico, se salvó dos veces de ser ajusticiado y, finalmente, reclama un juicio militar que se le concede y en que le condenan a muerte. Una pena que sería conmutada por servicio militar en La Legión, destinado en Melilla, pero borrando todo su pasado militar».

Además de ello, Escanellas obtuvo a su vez documentación que acreditaba un matrimonio militar de una mujer de la que acabó separándose, aunque con la que llegó a tener un hijo al que Falange informó de ser posible comunista por el simple hecho de que «en una foto sale con el puño cerrado. Así de ridículo era todo».

¿Cómo es posible que todo esto hubiera permanecido en el olvido?, interrogo y Escanellas confiesa que él también se lo ha preguntado, y cuya respuesta halla en el hecho de que «otra gente con la que he hablado con experiencias similares me dicen que hubieran estado en la cárcel por lo que fuera, no es algo que apetece contarle a tu hija, por ejemplo, o que te han disparado o que has matado».

Olvido

Una vida, o varias, pues, que fueron borrándose una a una. «La primera, cuando le detienen, la segunda cuando pasa a La Legión, y esta se olvida cuando vuelve a ser herrero y lleva una vida normal. A cada paso le rompen la cartilla de marinería y su historial militar aparece en blanco».

A pesar de todo, la fiereza y la energía son difíciles de borrar, y cuando en el trabajo sufrió un accidente que le dejó cojo no supuso ningún impedimento. «Se recorrió la Isla varias veces a pie y yo recuerdo que a veces venía a casa y me decía: ¿Vamos a Inca andando? Y él me llevaba en el carrito». De hecho, «con 94 años sufrió un infarto y vivió cuatro años más. Era una bestia parda».

La sorpresa de la vida del abuelo lo fue también para su propia hija, la madre de Escanellas, quien le confesó al leer el libro que era «una historia buenísima de una persona a la que no conozco de nada» y, finalmente, Escanellas acabó dándose cuenta de que con todo este pasado o sin él, «supe que lo que quería contar ya lo sabía, y esto es solo la excusa. Esa historia es que tuve la suerte de conocer a uno de los personajes más fascinantes que he conocido: mi abuelo».