Miguel Eek, este domingo en el Mercat de l’Olivar. | ROBERTO LEÓN

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Del cementerio a un hospital psiquiátrico, el documentalista nacido en Madrid pero criado en Mallorca Miguel Eek (1982) regresa con un nuevo proyecto ambientado en otra institución en la que «todo lo que concierne al psiquiátrico despierta, como la muerte, sentimientos encontrados, por un lado fascinación y, por el otro respeto». Se trata de La primera mujer, una película que tendrá su estreno nacional este jueves en la sección oficial del Festival de Málaga en el Teatro Echegaray.

Eva es la protagonista de La primera mujer, un título que surge de una graciosa obviedad y que profundiza en la salud mental con el objetivo de romper tabúes a través de la historia de una mujer que recibe el alta tras seis años ingresada en un hospital psiquiátrico y que quiere reencontrarse con su hijo después de 15 años de silencio. Eek descubrió a Eva durante un taller de cine documental que impartió en el Hospital Psiquiátrico de Palma, una actividad que sirvió al cineasta de «excusa para ofrecer algo y poder estar en contacto con los usuarios y que ellos también me conocieran a mí».

Terapia

«Fue una especie de terapia con cámaras y surgió Eva como clara protagonista; clara porque es una mujer que, a diferencia de muchos usuarios, tenía un deseo muy fuerte de salir de allí y volver a empezar una vida. Muchos daban por hecho su vida allí, pero Eva no», cuenta el realizador.

Y es que para Eek, distinguido con dos Premis Ciutat de Palma por Vida i mort d’un arquitecte y Ciutat dels morts, «el cine es una forma de vincularme con las personas en su sentido más amplio». «Me hice amigo de Eva en los tres meses que pasamos juntos y es así como empiezas a trabajar desde otro lugar. Después de ese periodo de conocernos, también ella a mí, comenzamos el rodaje», detalla.

No caer en paternalismos, apunta Eek, no es tan difícil si «tienes la oportunidad de tomarte el proyecto con tiempo». «La relación con Eva fue madurando durante el proceso y es cuando entendí la esencia de Eva, su lucidez. Me ha enseñado a entender ese deseo de encajar en la sociedad. En su caso, esa lucha es más comprensible porque la sociedad no está preparada para acoger las diferencias, que son las que precisamente ofrecen las miradas más auténticas», aclara.

«Creo que nosotros, que estamos profundamente socializados, hemos perdido la espontaneidad y la naturalidad, algo que reconozco en Eva y valoro muchísimo. En Mallorca especialmente tendemos a no ser del todo francos o auténticos por miedo al que dirán, pero ella tiene la virtud de hablar con transparencia, lo que emociona y seguro tocará al espectador», afirma.

Al hablar de salud mental, el director también ahonda en lo que significa ser normal. En este sentido, asegura que «la normalidad no es buena compañera en el mundo de la creación, pues buscas una mirada diferente que enriquezca el discurso y la historia. Por otra parte, el cineasta advierte que «el lenguaje está contaminado de estigma social, equiparable al del sida en los ochenta».

Mientras se estrena La primera mujer, sigue rodando por festivales Próximamente últimos días, un filme sobre la lucha por la supervivencia del CineCiutat. Pero no acaba aquí, porque Eek sigue cavilando otros proyectos. De hecho, ahora está desarrollando un documental sobre el revolucionario africano Amílcar Cabral y en verano montará Hombres nuevos, sobre nuevas masculinidades.