La escritora catalana Marta Orriols, en Rata Corner. | Jaume Morey

TW
13

La escritora Marta Orriols (Sabadell, 1975) se pasó este miércoles por los jardines de La Misericòrdia de la mano de Rata Corner para presentar Dolça introducció al caos, novela de título musical –es una cesión de una canción de Extremoduro– donde navega por las contradicciones que la maternidad provoca, pero también la no maternidad. Un camino por las decisiones y no decisiones que toma una pareja, formada por Marta y Dani, y cómo afectan en su relación ante un embarazo igualmente inesperado, pero acogido de manera muy diferente por ambos. Se trata del tercer libro de la ganadora del premio Òmnium Cultural por Aprendre a parlar amb les plantes, que está en proceso de traducción a once idiomas.

¿De qué trata Dolça introducció al caos?
— Es una discusión conmigo misma, en forma de novela, sobre las contradicciones que me provoca la maternidad. Más viendo cómo la proyección personal y la maternidad a menudo chocan. De ahí salió la idea del libro de desgranar la posibilidad de no ser madre y de cómo las decisiones que tomamos, pero también las que no tomamos, nos definen y van dando forma a nuestra identidad.

¿A qué contradicciones se refiere?
— Creo que la idea de maternidad que nos han vendido siempre no contempla una serie de sensaciones que no se asemejan tanto a la idea angelical de la buena madre que es una persona inseparable de sus hijos. Esto, en mi opinión, provoca una culpabilidad cuando eres madre y no surge el efecto tan maravilloso que nos venden. Si tuviéramos otra imagen de la maternidad, las mujeres entraríamos a ella de otra manera.

¿Cómo se enfrentan los dos protagonistas al embarazo inesperado de Marta?
— De formas muy diferentes pero totalmente legítimas. Para ella, el embarazo es una molestia y una limitación, para él una puerta abierta a algo mejor, una epifanía porque proyecta en su hijo lo que él a echado a faltar y trata de suplir. Esto le pasa a mucha gente, el pensar que la vida tiene que ser algo más y proyectan ese algo más en un hijo.

¿Es esa actitud un error?
— No, para nada. Intento no ser moralista. Lo que sí creo es que ante un embarazo no deseado la única que puede decidir es la mujer.

En la novela, no obstante, trata esa decisión de ella desde el hecho de que afecta a ambos.
— Eso me interesó desde el principio. La decisión es de ella, y para mí aquí no hay ni debate en un país donde el aborto es legal. Pero el dolor que siente él dónde queda. Su identidad también se conforma por lo que no ha podido ser porque las decisiones que tomamos son también una renuncia. Por eso quería poner el foco en el hombre y ponerle en esta situación, algo que muchas personas agradecen.

¿Es el caos algo que nos acecha o algo presente todo el tiempo que fingimos no ver?
— La sensación es de ruido constante, que es el caos. Es por esta sociedad que va a una velocidad vertiginosa. El mundo es caótico, pero en la novela lo planteo de manera que todos los inicios de una pareja son tranquilos y amables, pero siempre pasa algo, una brecha que desata el caos en ella.

¿Por qué la cotidianidad es el escenario idóneo para reflejar esas brechas?
— Es un tipo de narrativa que siempre me ha gustado mucho, tanto como escritora como lectora. Este lenguaje intimista y cotidiano. Cuando te mueves en el terreno de las emociones tienes que tirar mucho de este lenguaje, porque es importante aterrizar sobre las cosas pequeñas, no saltártelas. Desgranar y desmenuzar las texturas de un conflicto tan común como este es lo que te hace crear empatía con el lector. Al fin y al cabo, hablamos de unos sentimientos que llevamos muy adentro y que nos cuesta mucho expresar con palabras. La cotidianidad ayuda muchísimo.