Lleno total. Sobre estas líneas, una de las proyecciones en Ses Voltes, hace ahora un año, y en la imagen superior: el Museu Es Baluard, lleno hasta la bandera en una de las muchas actividades del Atlàntida Film Fest.

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Diez años no se cumplen todos los días, y menos si hablamos de un festival de cine que ha ido creciendo poco a poco, a fuego lento. El Atlàntida Film Fest, cuya décima edición arranca el lunes 27 de julio, irrumpió en el año 2011, pero solo de manera virtual, organizado por Filmin. Fue en 2016 cuando llegó físicamente a Ciutat. Su director, Jaume Ripoll, cuenta en este reportaje los inicios del festival, sus entresijos y algunos de los secretos que hacen de esta cita con el cine europeo un evento imprescindible.

El origen del Atlàntida no se entiende sin Filmin, plataforma de streaming que irrumpió en nuestro país de manera pionera en 2007, cuando precisamente palabras como streaming o Netflix sonaban ‘a chino’ y, sobre todo, cuando pocos estaban dispuestos a pagar por un servicio que encontraban en Internet de manera gratuita gracias al auge de la piratería. Esos primeros pasos de Filmin «fueron difíciles», cuenta Ripoll.

Piratería

«Creamos Filmin en 2007 a las puertas de una crisis económica mundial, con la piratería desbocada y con dos retos gigantescos como eran las reticencias de muchos distribuidores que veían a Internet como el enemigo a batir y la falta de referentes en el desarrollo de plataformas de cine online. El peaje del pionero es arriesgarse y fallar». La clave, para el mallorquín, fue «no confundir autocrítica con autodestrucción. Análisis, aprendizaje y obstinación. No tardamos demasiado en contar con la confianza y complicidad necesaria de suscriptores y creadores para llegar hasta aquí».

Así, el Atlàntida surgió de «de la necesidad de reivindicar el hecho que un estreno directo online es una oportunidad, no una condena. Con los años, y al estrenar películas de nombres como Sarah Polley, Yorgos Lanthimos, Johathan Demme, Jonás Trueba o Xavier Dolan en el festival antes de su estreno en cines, quedó claro que el estreno online no reducía el valor de la película, sino que ampliaba sus posibilidades de llegar a más público», sostiene su director, quien remata: «Hace diez años, si estrenabas en Internet es que algo había ido mal, o así se percibía su momento».

Una de las claves del éxito del Atlàntida Film Fest podría ser su filosofía, mostrar la realidad de Europa, que se mantiene intacta hasta la fecha, sin caer en modas pero sí estando pendiente de las nuevas tendencias, «sería un error no hacerlo, lo que permanece inamovible es el espíritu inquieto, arriesgado y comprometido».

Invitados

Entre los invitados que Ripoll recuerda con más cariño destaca, entre muchos otros, Boris Pahor. «Fue el primero y tuvo la inmensa generosidad de venir a Mallorca con 101 años. Su amabilidad solo la superaba una lucidez deslumbrante». En contrapartida, una sensación agridulce le dejaron Sir Ian McKellen o Lech Walesa, que «había confirmado su presencia y canceló sin dar explicaciones».

En este sentido, el Atlàntida logró un hito hace ahora un año, cuando la reina Letizia presidió la inauguración del festival en el Castell de Bellver, arropada por cineastas como Ken Loach o Fernando León de Aranoa. La Reina reportó «reconocimiento y promoción para el festival y para Mallorca; el trato con la Casa Real fue exquisito y todo fueron facilidades, y estoy convencido que la presencia de Su Majestad contribuyó a que nuevo público se acercase al festival».

Pandemia

Ahora, en tiempos de pandemia, el Covid-19 ha golpeado con fuerza a la cultura, también al Atlàntida Film Fest, que este año se reduce a una semana. «Aún es pronto para saber cómo afectará esta crisis a la industria, cuál será la respuesta de la sociedad, el alcance del virus con la nueva normalidad y cuándo regresará, si lo hace, la vieja, la que tanto anhelamos», apunta Ripoll.

Sobre lo mejor y lo peor del Atlàntida en estos diez años, Jaume Ripoll lo tiene claro: «Lo mejor: el éxito online de la tercera edición, que sirvió para confirmar la importancia de un proyecto como éste, y la consagración definitiva el último año en Mallorca, llenando todas las sesiones y con un público tan entregado como heterogéneo». ¿Lo peor? «Ser testigo de cómo hay personas que abandonan la proyección a los diez minutos de la película inaugural porque a ella solo han ido para la foto, el concierto y el canapé».