El editor Jorge Herralde, este miércoles, en un hotel del centro de Palma. | Jaume Morey

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Jorge Herralde presenta este jueves (20.00) en La Biblioteca de Babel de Palma su libro Un día en la vida de un editor, donde hace un estudio minucioso de su medio siglo al frente de Anagrama. Presentarán Carme Riera y Pedro de Montaner. Sin él no se entiende la literatura española del último medio siglo. Muy vinculado a Mallorca, apuesta por un Dream Team de nueva literatura en clave femenina. De afilado olfato, constata que la nueva literatura está preocupada por la precariedad, la vuelta a los orígenes y el feminismo.

¿Qué vínculo mantiene con la Isla?
—Empecé mi relación en Mallorca con mis padres, primero un verano en Camp de Mar y luego en Cala d’Or. En otra época, era muy amigo de Pepe Zaforteza. Íbamos mucho a Ibiza en los 60 y luego pasábamos unos días en Palma. Y luego tengo una amiga histórica, que es Cecilia Conde, por la que vengo a menudo.

¿Qué relación ha tenido Anagrama con Mallorca?
—Hay autores mallorquines que han contribuido al esplendor de Anagrama. El primero fue Llorenç Villalonga, había leído apasionadamente sus novelas y publiqué Dos pastiches proustianos. Publicamos el primer libro de cuentos de Valentí Puig, Mujeres que fuman. Biel Mesquida, de quien publiqué Excelsior. El historiador medievalista Miquel Barceló era un poeta excelente. Y luego una joya que pasó desapercibida, de Albert Vigoleis Thelen, que escribió una única novela, La isla del segundo rostro, sobre su estancia en Mallorca. Es una novela picaresca pero tuvo algunas críticas de periodistas mallorquines que parece que no les gustó mucho. Y la última, es nuestro premio de novela en catalán del año pasado, Llucia Ramis. Las possessions se convirtió en un libro imprescindible.

También publicaron 'El entusiasmo', de Remedios Zafra, sobre el precariado en cultura. ¿Antes era fácil vivir de la literatura?
—Ese ensayo fue un instant classic. Zafra es una ensayista imprescindible, seria e infatigable. En los 60, en la gran época de Seix Barral que editaban autores fantásticos, me decía mi amiga Carmen Martín Gaite que «en nuestra época nunca hablábamos de dinero». Porque no había ventas. Igual 300 ejemplares en diez años. En los 80, cuando llegó el gobierno socialista, se impulsó mucho la cultura y la educación. Hasta la crisis del 2008, fue una época de esplendor donde se podía vivir, y muy bien, de la literatura. Hemos vivido un frenazo de difícil recuperación.

¿Se escribe demasiado?
—Se escribe muchísimo. Hay la pulsión de escribir como hay la pulsión de editar. Lo difícil es sostenerla en el tiempo.

Habla del Britsh Dream Team de escritores británicos. ¿Tenemos un Spanish Dream Team?
—Están las juniors. Bueno, o semijuniors, porque hasta los 50 los escritores son jóvenes. Marta Sanz, Sara Mesa, Remedios Zafra, ahora publicará su tercer libro Berta Marsé, la hija de Juan Marsé, y Milena Busquets. Y de aquí, Llucia Ramis, una excelente periodista que ha ido creciendo como escritora. Son un grupo de escritoras que están entre los 35 y los 40 años. Es una edad excelente para escribir. Ya hay un poso, una madurez lectora.

¿De qué libros está más orgulloso haber publicado?
—Hay cinco autores que son fundamentales en la historia de la literatura en española, en la historia de Anagrama y en mi propia historia: Carmen Martín Gaite, Rafael Chirbes, Sergio Pitor, Ricardo Piglia y Roberto Bolaño. Y toda la literatura beatnik, que tuvo muy buena acogida, incluso ahora entre los jóvenes.

Dice usted que el talento es una evidencia instantánea.
—De un talento, una voz propia, te das cuenta en una o dos página. Lo difícil es que este talento se desarrolle luego en un libro. Lo difícil es que coincida. Como cuando Alejandro Zambra mandó su primera novela: era una joya de ochenta páginas.

La atención del lector se ha reducido con las pantallas.
—Soy optimista. Se está advirtiendo un cierto cansancio digital. Mucha gente que por trabajo está todo el santo día de cara a la pantalla, quiere descansar y a leer tranquilamente en papel.

Se suponía que el ebook tenía que sustituir al papel.
—El ebook fue una mandanga. Estuve en Buenos Aires en el año 2000, en el congreso internacional de editores, y había un grupo que impulsaba el ebook con discursos categóricos. «Vosotros, editores de papel, sois unos inútiles atrasados», parecían decir. Fue un falso peligro que asustó a mucha gente.

En la literatura española actual, ¿qué líneas parece haber entre las obras más destacadas?
—Se habla de la precariedad, como Sara Mesa y Remedios Zafra, y Marta Sanz hace un discurso muy polémico e inteligente sobre la cosa feminista. Kiko Amat, que antes era un escritor pop, ahora vuelve a sus orígenes.