Olondriz, en su estudio de La Soledat. | Teresa Ayuga

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Dice que no es coleccionista pero en el estudio de la artista Esther Olondriz se acumulan las postales: tanto aquellas que le envían sus amigos y conocidos, como las que compra en paquetes de cien unidades y sin usar. Todas acaban encontrando su utilidad en las manos de la artista que aún conserva su estudio en el barrio de La Soledat pero que ya está buscando sustituto.

La premisa de Olondriz es sencilla: «He pedido a amigos, conocidos y contactos de redes sociales que me envíen postales de sus destinos de estas vacaciones». Hasta el momento ya ha recopilado más de medio centenar y espera recibir más.

Continuación

El proyecto tiene un nombre provisional, Souvenir, y es la continuación de una iniciativa que arrancó en 2016, cuando alcanzó el centenar de postales desde todo el mundo. Desde Japón y Nueva York, hasta Gijón, Peguera o una retahíla de paellas en todas sus variedades.

Asnos insulares, guateques sesenteros de Holanda, besos recortados desde Génova... «La gente viaja muchísimo. Cuando era pequeña, me fui de vacaciones a Sóller a casa de los abuelos de una compañera de mi colegio», recuerda Olondriz.

Un tránsito que contrasta con la manía viajera que acucia a la sociedad actual.
Precisamente fue en el verano de 2016 cuando la artista no salió de la Isla, así que se le ocurrió pedir a sus amigos que le enviaran postales. «Lo curioso es que en 2016, la gente que me había enviado una postal, antes se fotografiaba introduciéndola en el buzón».

Ahora, sin embargo, las tornas han cambiado. Es el testimonio de una costumbre arraigada que se ha perdido. La caída de lo analógico, el papel, frente a lo digital, esa postal digital que es ahora Instagram.

«El otro día me llamó una amiga y me dijo que en Lanzarote sólo había recogida del correo una vez a la semana. Otra me dijo que no era capaz de encontrar sellos y otros, en países extranjeros, eran incapaces de hallar un buzón», explica.

Mientras tanto, el cartero ‘de cabecera’ de Esther Olondriz se ha topado con un exótico goteo de postales. «El otro día asalté al cartero y le dije que yo era la de las postales», sonríe divertida Olondriz.

Testigos

¿Y cuál será el destino de esas postales que viajan a una velocidad inusitadamente lenta, testigos de un siglo ya pasado? «Aún lo estoy pensando. Estoy colocando las postales y alrededor, las copias de los mensajes que me escribieron», dice.

Su nuevo estudio será con toda probabilidad el escenario de este proyecto que lleva años larvándose. Esta artista manipula la imagen, ya sean las postales como fotos compradas en rastros. Retratos de personas anónimas que en manos de Olondriz se convierten en Thelma & Louise, Los amantes o Palomo & Paloma.