Imagen promocional de la actriz Zaira Romero.

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Zaira Romero (Madrid, 2000) solamente acompañaba a su prima al cásting para encarnar a una de las protagonistas de Carmen y Lola, la ópera prima de Arantxa Echevarría. Y resultó ser, efectivamente, la Lola que Echevarría buscaba. «La octava chica que veía la directora fui yo», reconoce Romero, que este jueves, a las 19.00 horas, presenta el pase de esta película en el Teatre de Manacor, una iniciativa de 39 Escalons.

Fue su primer trabajo como actriz y también su primera nominación a unos premios tan importantes como los Goya. Finalmente, el filme ganó dos ‘cabezones’ de las ocho nominaciones que cosechó, entre ellos el de mejor dirección novel y mejor actriz de reparto, que fue para Carolina Yuste. «Era la única que tenía estudios de arte dramático e interpretación», advierte Romero, que reconoce que «creo que ahora puedo decir que soy actriz, ahora todos lo somos; somos una pandilla de actores y actrices», resuelve.

Carmen y Lola cuenta la historia de dos adolescentes gitanas que se enamoran y que luchan por sobrevivir en un entorno profundamente anclado en las tradiciones, donde las mujeres están destinadas a cuidar de la casa y del marido, así como de todos los niños que puedan tener. En este contexto, la homosexualidad es una «aberración» y un «pecado», tal y como señala la actriz Rafaela León, que interpreta a la madre de Lola. «La homosexualidad sigue siendo un tema tabú en la sociedad, no solamente es cosa del mundo gitano, aunque a día de hoy no se castiga tanto», señala Romero, que considera más tabú la homosexualidad entre hombres que mujeres. «Hasta hace poco, me impactaba mucho ver a dos hombres besarse o a dos mujeres, pero todavía más a los hombres, pues en mi casa siempre nos hemos dado besos con mi madre o mi tía. En cambio, a los hombres se les enseña a dar la mano, no se besan», justifica.

Pero para Romero, que pertenece a la etnia merchera –como ella misma apunta–, «no existen estas etiquetas, intento no usarlas y evitarlas, para mí lo importante es que, ante todo, somos personas, qué más da si somos gitanos o homosexuales».

«Por ser merchera se creen que engaño o robo, cuando me he criado en una casa de gente trabajadora y humilde. Llega un momento en el que tienes que ocultar de dónde vienes. Es muy triste, la verdad», confiesa. Fumar también está muy mal visto en la sociedad gitana, que consideran una falta de respeto. De hecho, la directora de la cinta, reconoce que muchas chicas huían al saber que tenían que fumar en escena.

«A mí, sinceramente, no me importaba. Cuando estuve a punto de cumplir 18 años, mi abuelo descubrió que fumaba. No me dijeron nada en mi casa, así que pensé: ¿por qué tiene que juzgarme una persona que no sabe nada de mí, si no es asunto suyo? Aunque sé que Rosy fumaba y se ocultaba por ello para evitar el conflicto». Respecto a su compañera, Romero reconoce que «nos conocimos ensayando. Al principio me daba bastante pudor , porque no había actuado en mi vida, pero a los dos o tres días ya me parecía todo más normal», admite.

A un día del 8-M, Romero insiste en que «me parece bien que nos manifestemos, porque las mujeres necesitamos tener los mismos derechos que los hombres, que nos traten como iguales. Por nacer simplemente hombre tienen preferencias y todo resuelto; mientras las mujeres tenemos muchas limitaciones, como por ejemplo, cobramos menos por el mismo trabajo», denuncia.

El espectador volverá a ver pronto en la pantalla a Carmen y Lola, pues ya ha terminado de rodar lo que será su segunda película, El silencio del pantano, aún por estrenar, bajo la dirección de Marc Vigil y en la que comparte elenco con Nacho Fresneda, Carmina Barrios y Àlex Monner. Además, también está trabajando en una serie de televisión. «No me ha subido la fama a la cabeza, pero espero seguir haciendo cine», concluye.