Sobre estas líneas, el tuit de Roger Waters (Pink Floyd) en apoyo al corto ‘Gaza’, de Carles Bover. Abajo, póster de esta cinta nominada al Goya. | Jaume Morey

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Todavía está asimilando todo lo que le está pasando en estas últimas semanas. El cineasta Carles Bover (Palma, 1985) afronta uno de los mayores hitos de su trayectoria, la nominación al Goya como mejor cortometraje documental para su filme Gaza, que codirige y coproduce junto a Julio Pérez. Y lo hace con temple, pero también con algún que otro sobresalto. Gaza inició su periplo por el circuito de festivales el año pasado, tanto dentro como fuera de España, y ha recibido numerosos premio, pero «en el último escalón» podría estar el más importante, el de la Academia de Cine.

Hasta el mismísimo Roger Waters, ex Pink Floyd, dedicó su mensaje de fin de año en Twitter a este documental corto. En su carrera hasta el ansiado ‘cabezón’, Gaza se enfrentará cara a cara con otro corto mallorquín, Kyoko, de Marcos Cabotá y Joan Bover.

¿Ha asimilado ya todo lo que está ocurriendo con Gaza desde la nominación al Goya?

Lo estoy asimilando muy poco a poco. Estoy recibiendo muchos agradecimientos por parte del equipo, de familiares, de amigos, de gente que está en mi entorno. Lo ves todo mucho más bonito, pero es el efecto de la nominación. Lo que me aporta más personalmente es la ilusión que se genera a tu alrededor.

Roger Waters (Pink Floyd) dedicó su mensaje de año nuevo a Gaza. ¿Cómo se le quedó el cuerpo cuando lo supo?

Es, sin duda alguna, la mejor noticia con la que podríamos empezar el año. Que uno de nuestros referentes culturales en el ámbito musical y activista haya dedicado su mensaje de año nuevo a la realidad que sufre el pueblo palestino a través de nuestro documental Gaza tiene un valor incalculable.

¿Cree que puede beneficiar al corto de cara a los Goya y a otros certámenes, festivales e incluso para distribuirlo por más partes del mundo?

No sabemos qué repercusión puede tener de cara a los Goya u otros festivales, pero lo que sin duda nos ha aportado es una difusión internacional impresionante con la que miles de personas han podido ver el cortometraje y conocer la situación que padece Gaza.

¿Qué cree que ha visto la Academia en su filme?

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Sobre todo, en mi opinión, el contenido humano del corto. Se podrían valorar mil cosas más y perderse en temas como el sonido, la técnica, la narrativa..., pero nuestra principal es que pensamos que deja huella ese contenido humano; no es un tema que se conozca tan bien como parece. Esa era nuestra finalidad, contar una realidad que está sucediendo y que muchos prefieren no mirar.

¿Cómo fue la experiencia de viajar a la franja de Gaza para rodar el documental?

Tuvimos que entrar como turistas. La idea inicial era entrar desde la frontera con Egipto para evitar todos los problemas que puede haber con la Policía o agente fronterizos de Israel, porque íbamos a contar una historia que ellos quieren silenciar. Una semana antes de ir, se bloqueó la entrada por Egipto y finalmente accedimos a través de otra frontera en Israel. Lo complicó todo porque íbamos con una mujer de Gaza pero con nacionalidad española. El interrogatorio duró horas y estuvimos a punto de quedarnos ahí. Nuestro material técnico era el típico que podría llevar un turista., con esto no hubo problemas.

Una vez en la franja de Gaza, ¿qué se encontró allí?

Fue un shock muy grande. Tuvimos la gran suerte de contar con la ayuda de activistas que colaboraron a la hora de detectar esas historias en las que valía la pena poner el foco para denunciar esa realidad y contarla. No nos queríamos perder en el desastre y el sufrimiento humano, sino narrar las claves del conflicto y la vulneración de los derechos humanos. Es el caso de los agricultores que trabajan en la frontera con Israel, a quienes disparan continuamente, queman sus cosechas y lanzan pesticidas para que no puedan cultivar más. Tampoco pueden pescar, porque les hunden los barcos con agua de la armada, hunden a familias... Tristemente, tres años después, no ha perdido actualidad. Todo eso se sigue haciendo y las consecuencias de los bombardeos siguen si tener ningún tipo de responsabilidad. La Comunidad Internacional hace la vista gorda.

A la hora de salir, ¿se toparon con algún problema?

Tienen sus filtros, te intimidan bastante, te hacen pasar un mal rato. La salida era lo que más temíamos, había miedo. Acabamos dejando una copia de todo el material en la franja por si en la frontera se quedaban con todo. Fueron más de cuatro horas de interrogatorio y entramos en el avión cuando estaba a punto de despegar. Además, muchos agentes son de origen latinoamericano pero fingen no saber español para intentar pillarte en algo. Es bastante duro.

Gaza competirá con Kyoko, otro corto mallorquín de Marcos Cabotá y Joan Bover.

Nunca antes había pasado. La única pega que le veo es que el apoyo por parte de la industria se podría haber concentrado en uno, y no en dos. Igualmente, siempre digo que así hay más posibilidades de traer el Goya a las Islas.