José María Moreno, director de orquesta. | Mariana Díaz

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El director de orquesta José María Moreno se muestra exultante ante el año que le espera, con citas cerradas por Europa, en Lationamérica y con hitos importantes, como una gala lírica en el Teatro Real de Madrid, el 26 de abril, con el tenor Josep Bros; dotar de músculo a la orquesta del estado mexicano de Quintana Roo, de la que es titular, o levantar una temporada de ópera en Eivissa. De momento, el proyecto más cercano ha sido llevar la batuta el pasado fin de semana en el Teatro Cervantes de Málaga con la soprano Ainhoa Arteta al frente de un elenco que interpretó La Traviata, «papel del que se despide esta reconocidísima artista internacional, con el que triunfó en el Metropolitan de Nueva York y que le lanzó a la fama».

«El próximo año será el de mi debut en el Teatro Real de Madrid y seré el primer director mallorquín en dirigir allí, algo que también me sucedió en el Liceu de Barcelona, los dos coliseos más importantes del país. El director del Real me lo propuso tras verme dirigir en el de la Zarzuela, también en la capital, donde he trabajado mucho, incluso con la Compañía Nacional de Danza, pero el Real es el Real», reflexiona con alegría manifiesta.
Cuando piensa en cómo se ha ido consolidando su carrera, Moreno señala que «cuando comencé, aspiraba a que un agente se fijara en mí, entrar en la cantera de una gran agencia; sin embargo, he visto que eso no es fundamental y que resulta impredecible la forma en la que llega el trabajo. En este sentido, creo que hay que tener calma, serenidad, constancia, ir paso a paso y, al principio, conservar la paciencia».

Ahora que ya puede hablar de resultados, recuerda que «desde los 18 años ya dirigía, hacia cositas con el maestro Rafael Nadal, fui ayudante de Xisco Bonnín en el Principal y me decía: ‘Me gustaría ser director, pero no voy a poder’. Visto con perspectiva, hoy creo que he superado mis expectativas, yo siempre he tenido ambición en el sentido de trabajar y trabajar».

Con bastantes proyectos en marcha y una energía que desborda, este palmesano cuenta con humor que «en Alemania me llaman ‘El volcán del Mediterráneo’». A sus 46 años y con cinco carreras en su currículum, incluida la de Derecho, ¿en qué tipo de director se ha convertido? «Lo importante en esta profesión es conseguir una personalidad en el sonido y, en mi caso, creo que dirijo de una manera muy pasional, con autenticidad, me vuelco mucho y me entrego, creo que eso gusta al público, con la batuta tienes que emocionar, tanto a los músicos, como a los espectadores». Por eso, ahora que es titular de una formación sinfónica comenta: «El trabajo continuado con una orquesta te permite desarrollar tu propio sonido, dejar tu sello, la forma personal de entender la música. En México está pasando lo que sucedió en España hace 25 años, cuando se crearon orquestas en la autonomías. Quintana Roo, en la Riviera Maya, y con una gran importancia turística, ofrece muchas posibilidades porque está todo por hacer desde el punto de vista de la música, lo que resulta apasionante; en diciembre ofreceremos tres conciertos de Navidad con cuatro solistas internacionales».

Lisboa es una plaza que requiere su presencia a menudo y donde acaba de dirigir Sansón y Dalila, «que consiguió gran éxito y buenas críticas», y el Réquiem de Verdi. Allí es el principal director invitado de la Orquesta Opera No Patrimonio, que se dedica a «llevar la ópera a lugares históricos en una colaboración entre el Estado y la Comunidad Europea».

Por supuesto, entre avión y avión, pasa temporadas en casa, con la Capella Mallorquina, de la que es el ‘jefe’, y ahora, junto al Consell d’Eivissa, trabajando para dotar a la pitiusa mayor de una temporada de ópera. «Aún me queda mucho por descubrir», resume este vitalista.