Miguel Bosé, en una imagen promocional de su último disco, ‘Amo’.

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Cincuenta y nueve años, que se dicen pronto. A él mismo le cuesta creérselo cuando se mira al espejo. Sin embargo, la veteranía sigue siendo un grado cuando hablamos del incombustible Miguel Bosé. Su controvertida personalidad, los ríos de tinta sobre su ambigüedad sexual, sus estilismos imposibles y su capacidad de conectar con varias generaciones le han transformado en un icono, en el rey de la reinvención, a través de la cual se ha forjado una poderosa identidad. Amo (2014) es el nuevo capítulo de la crónica de un devorador insaciable, que nos visitará el próximo 4 de julio (plaza de toros de Palma).

Dicen que Amo es un disco muy Bosé, ¿qué cualidades le atribuye a su marca de fábrica?
—Para mí todo cuanto hago lo es, pero es cierto que se dice esto. En el caso de Amo, se trata de un disco hecho en casa, sin prisas, que no es lo habitual, y rodeado de mis cosas. De ese modo mi mundo se cuela en la masa.

Cuénteme algo de ese escenario que le acompaña y que tanto está dando que hablar...
—A nivel escenográfico tiene una arquitectura cambiante. Es el espacio ideal para un repertorio compuesto por canciones de Amo y el resto de grandes éxitos, arreglados con un sonido muy ochentero.

—Recientemente reconoció: «Lo hice todo, lo probé todo, bajé a los infiernos y conocí mi parte oscura». ¿Qué aprendió de esos años?
—El oro fluido de la vida. Nadie está completo si no conoce y controla esa parte oscura, es un período fascinante y difícil de olvidar.

—Casi es un cliché hablar de Miguel Bosé como un artista experimental. Desde ese punto de vista, ¿cuál es su relación con el error, tata de evitarlo o lo considera parte de la búsqueda creativa?
—El error es tan necesario como una gripe, inmuniza. No existe una fórmula para dar con el éxito, las cosas las hago por necesidad, escribo para mí esperando que la gente se apropie de ello.

—¿Miguel y Bosé son la misma persona?
—Van por separado, Miguel es el refugio de Bosé, un lugar donde no entra casi nadie. Bosé es el tipo desbocado que paga las facturas.

—¿Ha aprendido más del fracaso que del éxito?
—El éxito es como un baño de espuma, con el que hay que deleitarse, pero siendo consciente que la espuma acabará deshaciéndose. Los fracasos hay que analizarlos y esclarecer sus motivos, pero no deben condicionar.

—Su primer álbum se distribuyó en vinilo y cassette. Con el último, Amo, puede descargarse en plataformas digitales. Su carrera ha pasado de analógica a digital, ¿se siente mayor?
—En absoluto. En la creatividad no pasa el tiempo, se vive de otra manera. Otra cosa es que al mirarme al espejo vea con disgusto las arrugas de alrededor de mis ojos.