Quince años de trayectoria han convertido a Carlos Núñez, en el centro, en una de las estrellas de la gaita.

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La gaita es una patria sin fronteras y Carlos Núñez su mejor embajador. El gallego nació con una bajo el brazo. Hoy acumula premios y un millón de copias de discos vendidas. Es, además, el culpable de que los sonidos de genealogía celta gocen de una salud de hierro. En Inter Celtic, el mago de la gaita vuelve a desvelarnos las estancias más luminosas de su universo creativo, enfatizando en la conexión celta que une Galicia con Irlanda, Escocia y Bretaña. Álbum de impecable factura donde se rodea de figuras como Ry Cooder, Alan Stivell y The Chieftains. El gaitero ofrecerá un doble concierto en el Teatre de Petra el 6 de diciembre, a las 18.30 y 21.00

—¿Cuál fue el punto de partida de Inter Celtic?
—Lo sacamos para la gira en Estados Unidos, allí creen que la música celta solo está conectada con lo irlandés, y queríamos ofrecer una idea más globalizada. Dejar claro que la música celta tiene conexiones con otros muchos países.

—¿La música del futuro tiende hacia la especialización o hacia la fusión?
—Siempre se nutre de la fusión, el músico es un druida que aprende a jugar con los elementos de moda. En el fondo escuchar música es como recorrer el camino de Santiago: una experiencia iniciática que cuando termina ha dejado mella en ti.

—Cualquier figura emergente del flamenco que actúe en Tokio copa más minutos de televisión que usted, la estrella más universal que ha dado la gaita, ¿qué se siente?
—Es un gran misterio, porque llevamos años consolidando los circuitos internacionales. Hemos tocado en lugares increíbles y no hemos salido en la tele. Creo que tocar en un lugar como el Carnegi Hall de Nueva York junto a The Chieftains lo merece, así que es algo que no entiendo. España se ha acomodado a una fórmula que funciona, el flamenco, pero estamos demostrando que hay otras que también lo hacen. Cuando hablas con un periodista de Estados Unidos siempre tienes que explicarle que el sur de España es guitarra, pero el Norte es gaita. Parece que el mensaje está calando poco a poco.

—Ha establecido alianzas con el flamenco, el rock, la música clásica y hasta con el cine, ¿con quién protagonizará el siguiente maridaje?
—Con la parte que seguramente era la más obvia pero que, entre una cosa y otra, he ido relegando: la música celta escocesa. Nunca he tenido tiempo de centrarme bien en Escocia, y he descubierto que hay mucha enjundia y magia en las Highlands. De hecho, mi próximo proyecto llevará por título Atlantic corridor en honor al corredor que desde la prehistoria usaron los celtas gallegos para llegar hasta Irlanda, primero, y Escocia, después. En Petra tocaremos alguna de estas canciones.

—¿Aún quedan ángulos de la música celta por explorar?
—El Atlantic corridor no llegaba solo a España, enlazaba con Latinoamérica. De ahí viene la raíz de muchos ritmos latinos.

—¿Cuál es el escenario donde más le ha sorprendido el éxito?
—En el Stade de France de Saint Denis. Es un gigantesco campo de fútbol de París, tuvimos que hacer un cursillo acelerado para poder conectar con tanta cantidad de público. Los consejos de Brian Eno nos ayudaron bastante.

—Existe un sólido puente entre la música celta y el country. En ambas prevalece la felicidad y las ganas de vivir por muy trágicos que puedan ser sus contenidos, ¿está de acuerdo?
—Es una buena reflexión, estoy totalmente de acuerdo. Ambas persiguen una alegría que resulta indescriptible.

—¿Su variedad de registros se debe al miedo al acomodamiento creativo?
—En efecto. El acomodamiento es peligrosísimo, por eso nunca paro de girar. El sistema del rock siempre ha prevalecido en la música, es decir: composición, grabación, gira y año sabático. Pero al colaborar con otros músicos me he dado cuenta de que hay otro modo de hacer las cosas. A día de hoy llevo quince años con un ritmo de cien conciertos al año, eso quiere decir que paso unos doscientos días fuera de casa. Pero es lo que hace que una banda suene bien engrasada. La música hay que cuidarla, le tengo mucho respeto a los parones porque tengo la sensación de que se puede perder la magia.

—¿La fusión de la música celta no constituye una ofensa para los puristas?
—El purista conoce la música tradicional, y quien la conoce sabe que su supervivencia pasa por la fusión. La gaita lleva mil años sonando y ha pasado por todo tipo de modas, señal de que se ha adaptado a las exigencias musicales de cada momento.