El galerista Ferran Cano cierra su negocio después de cuarenta años.

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Con lo nuevo de Amparo Sard, el galerista Ferran Cano dice adiós a toda una vida dedicada al arte y a los artistas. A finales de mes echará el cierre a su galería de la calle Forn de la Glòria. Le cuesta decir adiós, confiesa que será imposible mantenerle alejado de los circuitos artísticos y seguirá siendo un consumidor empedernido de cultura. ¿Un consejo para futuros galeristas? «Yo siempre recuerdo que con un lápiz y un papel se han hecho grandes obras».

—¿Qué no le ha cambiado estos cuarenta años de galerismo?
—La jerarquía de valores. Para mí, lo primero siempre ha sido la obra, luego el artista y, al final, el resto.

—Dicen que ha sido un galerista con buen ojo.
—Ahora lo que tengo son ojos cansadísimos... Esto es hacer lo que tú quieras y luego tener la suerte de que las cosas vayan a favor de tu mirada. Decía Robert Graves en el escrito de presentación de la galería que en este trabajo hay que tener 'el ojo fresco'. La verdad es que hay que estar abierto a todo lo nuevo, a todos los mensajes, y no tener prejuicios.

—¿Es el momento de sacar adelante proyectos como su galería 4 Gats?
—Más ahora que nunca.

—¿Qué proyectos le recuerdan al espíritu de aquella galería que dio oportunidades a tantos artistas?
—Nada es ni será exactamente igual a lo que fue. El arte está muchísimo más mediatizado por el mercado.

—¿Quién ha sido su gran descubrimiento?
—Han pasado muy buenos artistas. Algunos que eran desconocidos y que hoy son más conocidos, incluso algunos que hoy son internacionalmente conocidos, cosa que es muy difícil. Creo que merecían ser más, pero el mercado es muy selectivo.
—¿Y el mayor éxito?
—A mí me marcó mucho hacer a Joan Miró, dos o tres exposiciones de Picasso, a Barceló, o los primeros artistas pop, como Jasper Jones o Andy Warhol. El éxito fue haber sido odiados por la gente que nos debía odiar. Miró me dijo una vez: '¡Cuidado con a quién seduces!'.

—¿Miró marcó el destino de Ferran Cano?
—Cualquier persona que conoció a Joan Miró se daba cuenta de que no estaba allí por casualidad. Era una persona irrepetible, y conocerle una experiencia enriquecedora.

—¿Contribuyó a que muchos artistas llegaran a su galería?
—Miró fue un artista absolutamente valorado en vida, y que tuvo unos principios muy difíciles. Él me contaba que en París pasó hambre, nunca se olvidó de sus malos momentos y siempre quiso ayudar a los artistas. La suya siempre fue una ayuda condicionada a apoyar obra de artistas jóvenes, pero con plena libertad.
—¿A quién ayudó?
—A Neon de Suro, entre ellos a Miquel Barceló, quien le impresionó muchísimo. Le interesó mucho Luis Cruz Hernández, la poesía visual de los grupos Criada, Taller Llunàtic o determinadas personas de estos grupos.

—¿Por qué se retira ahora?
—Tiene que venir gente nueva y, además, es una época difícil. Esto no es sólo una crisis económica, es una crisis de valores absoluta. No tengo ni edad ni fuerza, tiene que venir gente joven que pueda luchar contra este tipo de cosas. Me frustra cerrar, pero no quiero vivir mi propia decadencia. Me despido con los artistas que me interesan y que están en un momento ascendente de su carrera.

-—Se mantendrá al margen del todo?
—Será imposible. Ahora haré lo mismo pero con menos utilitarismo. Viene una época de más placer y de ver las cosas con mayor libertad.