Unos momentos del documental de Toni Bestard. | Toni Bestard

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Muchas risas, aplausos y, al final, lágrimas de los dos protagonistas. Así transcurrió ayer en CineCiutat el «estreno entre amigos» del cortometraje documental Mohammed. Una vuelta a Mallorca en camello, última entrega del cineasta Toni Bestard en el género. En el mismo recoge una aventura «surrealista» que, en enero de 1964, vivieron las entonces jóvenes promesas del arte y el periodismo, respectivamente, Gustavo Peñalver y Miquel Vidal.

Amigos y familiares de ambos disfrutaron de un pase posterior a la presentación de un DVD en el que, además de esta película, que dura 26 minutos, se han incluido otros documentales rodados por Bestard y el libro que salió de aquel viaje, ahora reeditado en formato electrónico. El cortometraje se emitirá por IB3.

Aquella aventura de dos jóvenes «que querían llamar la atención» la ha convertido Bestard en un divertido filme con el que cierra su trilogía sobre la Mallorca de los sesenta. Su visión de aquellos años, en los que se iniciaba el turismo de masas, comenzó con Niño vudú, sobre el concierto de Jimmy Hendrix en la sala Sargent Peppers, y continuó con El anónimo Caronte, nominado al Mejor Cortometraje Documental en los Goya de 2007. Éste último está inspirado en el rodaje de la película El verdugo, de Berlanga, que en parte transcurrió en Ciutat.

Exótica

La Mallorca de entonces era un lugar entre naif y exótico en el que, como recordaba ayer Miquel Vidal, «la mayor parte de la gente jamás había visto un camello» ni siquiera en el cine. «Cuando llegábamos a los pueblos algunos nos preguntaban qué clase de burro era Mohammed», un camello que les había prestado l’amo Mateu ‘Campet’, quien lo utilizaba para pasear turistas por la playa de El Arenal.

Muy viejo ya el día de la partida desde la Plaça de Cort, el 17 de enero de 1964, de donde los expedicionarios salieron despedidos por «una multitud», el camello sólo resistió tres semanas sobre el asfalto de las carreteras, «que no era el mismo de hoy», decía Gustavo. «Estaba acostumbrado a andar por la arena de la playa», más blandita y más parecida a la desierto.

Además del frío del invierno, y de los más de 400 kilómetros de caminata que llevaba encima, el animal sufrió un percance en Consell, pueblo natal de Vidal, «donde mis amigos lo metieron en un bar y le dieron una palangana de Palo Tunel» con la que «cogió una borrachera» que le mantuvo tres días fuera de combate. Hoy, esa acción estaría muy mal vista.

Fue demasiado para el pobre jamelgo. Tantos sobresaltos le llevaron a desplomarse a las afueras de Deià y ya no volvió a levantarse. «Vinieron a recogerlo en un camión y terminamos la vuelta en vespa».

Aquella vuelta a Mallorca se convirtió en un fenómeno popular, los jóvenes eran recibidos en los pueblos casi como héroes y los periódicos daban cuenta de sus peripecias. Los lugareños les ofrecían comida, forraje para el camello y cobijo para dormir, mientras que un grupo de turistas, pensando que «éramos saltimbanquis», llegaron a darles dinero. Su fama les iba precediendo y en Deià les esperaba el mismísimo Robert Graves, quien «nos invitó a beber agua y a charlar».

El objetivo de la aventura era escribir un libro con textos de Vidal e ilustraciones de Gustavo, que dibujaba las plazas de las localidades adonde iban llegando. Fue un volumen que se tituló Mallorca a paso de camello. Ahora ha sido recuperado digitalmente por la editorial Foc de Barcelona y se ha incluido en el DVD.

Como ven, se trata de una historia que sólo pudo suceder en aquel tiempo. «Es tan surrealista que si hubiera hecho un largometraje, como pensaba en principio, no hubiera sido creíble», apuntaba Bestard. Por eso decidió que ellos mismos la contaran en el cortometraje.