Joana Maria Palou, ayer en el Museu de Mallorca, antes de la cena.

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Sopes o tonyina amb peres i vi de missa de les carmelites descalces de Santa Teresa . Estos fueron algunos platos del menú que se cenó ayer en el Museu de Mallorca, dentro del ciclo A la recerca dels sabors perduts , que combina patrimonio histórico con gastronomía. En el último de los eventos del mismo se degustó cocina conventual y se habló de las piezas halladas durante las excavaciones en el derruido convento de Santa Catalina de Sena, en Palma, en los años sesenta del pasado siglo.

Toni Vallespir, economista y arqueólogo aficionado, participó entonces en la recogida de material de los 11 pozos que se encontraron entre las ruinas del convento, situado en el solar que hoy ocupa la zona comercial Los Geranios. Ayer, antes de la cena, guió una visita por la actual exposición del Museu de Mallorca, -que se puede ver en el Centre de Cultura sa Nostra-, y en la que se muestran piezas de cerámica ligadas a la vida del citado monasterio.

A través de ellas se habló de la relación existente entre los huertos conventuales», que abastecían la despensa de las monjas, «y la alimentación, la producción de excedentes o la cocina», explicó Joana Maria Palou, directora del museo. «En Santa Catalina de Sena salió una cantidad ingente de material», recuerda Palou; cientos y cientos de piezas de cerámica de uso diario que han permitido reconstruir cómo eran aspectos cotidianos de la vida en los conventos de Ciutat y de Mallorca siglos atrás, en las épocas medieval y barroca.

Ayer, en el museo, se aprendió Historia del Arte dando gusto al paladar.