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El misterio de «La piel que habito», la esperada película de Pedro Almodóvar, ya se ha resuelto en Cannes, donde este thriller transgénico y malsano ha sido recibido con aplausos y desconcierto ante una vuelta al cine más arriesgada y moralmente compleja de su director.

El realizador manchego ha sorprendido a un público dividido entre la fascinación de una obra maestra escarpada y el estupor ante un thriller oscuro que renuncia a uno de los signos de identidad de su autor, la pasión, para centrarse en la venganza.

Basada en la novela «Tarántula», de Thierry Jonquet, la cinta se centra en «la magnitud de la venganza de este médico con quien supone que ha violado a su hija», ha dicho Almodóvar, quien opta por cuarta vez a la Palma de Oro con este filme con el que se reencuentra con Antonio Banderas y que también interpretan Elena Anaya, Marisa Paredes y Roberto Alamo.

El protagonista, un cirujano plástico experto en el implante de piel, «es un creador, un hombre que está ya a punto de dar vida y crea una nueva piel. La piel es el principal órgano que tenemos, lo que nos identifica y lo que nos separa de los demás», ha explicado Almodóvar durante la presentación de la película.

Pero el cineasta manchego, precisamente, ha mudado la suya para este filme, lleno de enroques de roles y personalidades, incluso de sexos. La piel que se separa del alma y que crea un señuelo de verdad. Y él, abanderado de lo cañí y lo ibérico para pasarlo por su lente, renuncia también a la piel de toro.

«Quería que la familia de la película fuera muy salvaje, muy independiente moralmente hablando, que no hubiera tenido la misma educación que cualquier español. Que su cultura no estuviera basada en el castigo y en el pecado como la cultura en la que yo he nacido y vivido», ha dicho

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Y en ese territorio sin referentes de punición, alumbra una madre «que lleva la locura en sus entrañas» y «dos hijos paralelos que son mucho más locos que ella, extraordinariamente violentos y amorales», ha explicado.

Esa amoralidad es el hilo narrativo al que Almodóvar se agarra con fuerza, reinventado su cine y a su antiguo actor fetiche, Antonio Banderas. «Ser director de cine es lo más parecido a Dios. El privilegio que tiene el director de poner en pie sus fantasías y que haya un equipo artístico y técnico pendiente de ti para hacerla realidad, es el máximo poder que se puede tener. El máximo al que yo puedo acceder y que me gusta», ha afirmado.

Y «La piel que habito» es, justamente, un trabajo levantado por una clarividencia que se impone a un conjunto de ideas fantásticas e insostenibles que, en cambio, reajustan los códigos convencionales hasta encontrar el sentido.

Frente a esa frialdad de bisturí, Almodóvar sí se abre al sentimiento con el personaje que comparten Jan Cornet y Elena Anaya, «con una capacidad extraordinaria para sobrevivir a toda esa crueldad. Se puede contar de muchos modos la película. Pero es una historia de supervivencia en una situación extrema y ése es el tema más antiguo del mundo».

Antonio Banderas, que ha recibido excelentes críticas por su mejor trabajo en años, ha reconocido por su parte: «El universo Almodóvar forma parte de mi vida, por lo que supuso en el principio de mi carrera cinematográfica. Y es al mismo tiempo con volver a mi país, a mis raíces, con todas sus miserias y grandezas».

Y Almodóvar, que siempre llena su cine de referencias y esta vez ha señalado como principal inspiración «Los ojos sin rostro», de Georges Franju, ha considerado que el filme también es una reflexión sobre arte y ciencia.

«Hay una enorme incógnita sobre hacia dónde nos lleva que el ser humano pueda poder determinar los elementos y las condiciones y las particularidades con las que va a nacer un nuevo ser. La ciencia nos va a poner en un abismo, pero el arte siempre va a estar para ayudarnos», ha concluido.