Bartomeu Bennàssar señala la zona que en otra restauración se cubrió con mortero en vez de cristal.

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MARIANA DÍAZ
A más de cincuenta metros de altura sobre el altar de la Catedral, la rehabilitación del rosetón mayor sigue sin pausa al ritmo lento que marca la delicadeza necesaria para realizar esta obra que, el aparejador diocesano, Bartomeu Bennàssar, califica de «artesanía de la construcción». Las sorpresas que siempre dan las restauraciones culminarán en dos novedades: que la rossassa recupere su forma original del siglo XIV y que aporte más luminosidad al interior del templo.

Cien mil euros más de lo previsto y, de momento, trescientos cristales más de los que se creía había que cambiar son el presente de una restauración que el Cabildo sufraga en solitario y que, si no ocurre nada fuera de lo normal, estará finalizada a mitad de verano, algo más de un año desde que se inició.

La restauración comenzó por la aspiración del polvo que cubría la tracería [elemento decorativo en piedra o madera formado por figuras geométricas] de marés y los cristales. Salieron 168 kilogramos.

Durante estos meses, se ha descubierto que, en pasadas y «poco afortunadas» restauraciones, algunos de los conjuntos de cuatro círculos que parecían unidos por piedra, en realidad lo estaban por un mortero «que no era el adecuado para este tipo de obra». Al retirarlo, surgió una forma decorativa en cruz.

Por fotografías anteriores a la Guerra Civil, cuando una bomba estalló al lado de la Seu e 'hirió' al rosetón, se descubrió que dicha forma cruciforme también estaba cubierta por un cristal, al igual que las hojas de las flores del rosetón del Portal Major. «El mortero que sacamos estaba mezclado con cristal y plomo», recuerda Bennàssar. Esta semana, la Ponència Técnica de Patrimoni autorizó una ampliación del proyecto de restauración para incluir esta novedad, con la que el rosetón «recuperará su esplendor inicial». Los cristales se encajan ahora en la tracería emplomados, como se colocaron en su origen, y se sujetan a la piedra con mortero de cal, «que es el que se usa en restauración» porque es permeable a la vibración, no con mortero de portland, el que había antes, muy rígido. De momento, se ha desestimado la protección exterior con microfilm. «Al ser por fuera siempre hay tiempo».

A día de hoy, esta restauración cuesta 300.000 euros y se han empleado 400 cristales. Otras tuvieron lugar en 1581, 1857, 1906 y tras la citada guerra.