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M. DÍAZ
Lo que me encanta de la Nit de l'Art es lo que ha ido calando a lo largo de estos 11 años. Tanto, que la fiesta de la cultura por excelencia de la ciudad, "diría que la única, porque en Palma carecemos de motivaciones para salir a la calle a festejar"se extiende a galerías que no están asociadas, bares y restaurantes, colectivos e individuos que, por un día, se vuelcan con el arte y para el arte.

Al margen del programa oficial, otras propuestas animaron la noche. Por ejemplo, la performance de Regina José Galindo en un edificio de la calle Danus sobre las torturas en las cárceles clandestinas de EE UU en Europa. Este año, huérfanos de actividades institucionales al aire libre, durante el recorrido fuimos encontrado movida en la Fundació La Caixa, donde un grupo de jazz, December Quintet, reunió a un buen número de personas. La institución también puso el punto últimas tendencias con la instalación de arte digital Dent de lleó. El pintor Claudio Capellini & Friends congregaron a mucha gente y artistas en la calle Sant Feliu, donde la plástica tuvo como compañera a la danza con música de Felipe Hernández. Unos portales antes, en la Alianza Francesa, se anunciaba una exposición y del balcón salía el sonido de un saxo. Jandro, en la galería Don Quixotte, expuso su obra con sonido de didgeridoo, mientras que Paco, el joven empresario del bar Bee Wi, se apuntó por segundo año y lo hizo con un DJ y un montaje urbano de la artista akm. Porque la Nit de l'Art es también, y que dure, alternativa.