El escritor mallorquín Gabriel Janer Manila posa en Andorra, horas después de recibir el Premi Ramon Llull. Foto: C.DOMÈNEC

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C. DOMÈNEC|ANDORRA

Al ganar 90.000 euros del premio Ramon Llull con la novela Tigres, en el paraíso fiscal que es Andorra, Gabriel Janer Manila tuvo que desvelar que su relato era sobre el mundo sin ideología del dinero, a través de una familia de banqueros mallorquines que no son los March pero que lo podría sugerir. El director del Institut d'Estudis Baleàrics evocó a Llull al pensar en su hija, vencedora del certamen en 1999 con Lola. Su yerno, el doctor Joan Corbella, lo ganó dos años antes con D'avui a demà. «Mi abuela materna se apellidaba Llull y aseguraba que descendíamos de Ramon Llull», recordó el escritor de Algaida, en forma de bendición divina.

-¿Por qué hay tantos escritores mallorquines que ganan premios literarios?
-El catalán de Mallorca es impresionante. Cuando lo has aprendido a utilizar bien, llama la atención del lector y le seduce. Además, existe en los escritores mallorquines una capacidad de fabulación, fruto de la tradición popular y la literatura oral, que nos ha marcado.

-¿De cuál de sus novelas anteriores está más cerca 'Tigres'?
-Está más cerca de Èxtasi, Els jardins incendiats, Paradís d'orquídies o La vida, tan obscura. Es un regreso a las novelas que escribí a principios de los noventa.

-¿Cómo ha marcado en la creación de la novela sus actuales múltiples obligaciones laborales?
-Lo que más me gusta es escribir y no me resignaría nunca a dejarlo de hacer. Si me toca hacer otras cosas, trato de encontrar tiempo para escribir. Las horas en las que escribo, siento que es un tiempo ganado en mi vida. Es importante cerrar la llave de todas las otras cosas, como son el trabajo o la familia.

-En 'Tigres' explica el siglo XX a través de una familia de banqueros mallorquines.
-Uso fragmentos, vueltas atrás para reconstruir una historia familiar pero no día a día, sino a base de instantáneas. Hay un personaje femenino que está moribundo. Es una mujer que ha sido malvada y que está sentada en una butaca recitando historias en voz alta, la criada ya no la escucha. Al morirse, la butaca sigue contando cosas. A veces entro en el surrealismo. Utilizo estrategias diferentes para seducir al lector y que imagine.

-Usted cultiva una prosa meticulosa. ¿Cómo influye el oficio?
-Cuando quieres hablar de la lluvia en una novela, te acuerdas de que ya has hablado muchas veces de ella y cuesta pensar en hacerlo de una manera diferente, a pesar del oficio. Yo no quiero hacer lo que ya sé hacer. Mi actitud es de lucha para dar la vuelta hasta donde sea posible.

-El premio permitirá que 'Tigres' se publique también en castellano y francés. ¿La traducirá usted mismo?
-No sería capaz. Escribir en otra lengua es el resultado de un proceso, no de una opción momentánea.

-¿Qué Mallorca aparece?
-La de una familia rica de principios del siglo XX que se ha comprado una casa cerca del mar, sobre una colina, un lugar inventado y omnipresente.

-¿Y Ginebra y Verona?
-La abuela del protagonista de la novela lo manda a estudiar a Ginebra. Se llama Joseph D. Cohen, como Aina Cohen, el personaje de Villalonga. La familia tiene relación con otra banca de Italia.

-Usted ha vivido cerca de Ginebra.
-No escribiría de algo que desconozco.

-Asistirá a Fráncfort como director del Institut y también como autor estandarte de Planeta en catalán. ¿Podrá con todo?
-Sí, claro. Fráncfort debe ser, por encima de todo, divertido. Si además se consigue la venta de algún libro, mejor. No hay que olvidar que es una feria de compra y venta de derechos de publicaciones.

-¿Ha cambiado en algo la relación entre el Llull y el Institut d'Estudis Baleàrics?
-La relación es buena, nunca ha sido mala. Ayer tuve una entrevista con Josep Bargalló y fue cordial. Es fácil entenderse aunque no hay que hacerlo en todo.

-¿Le gustaría la unión de las dos instituciones en un futuro?
-El Llull de antes representaba un símbolo y significaba la unidad del idioma, la literatura y la lengua. A nivel práctico, para los escritores de la periferia, no era positivo. No me refiero a los escritores estrella. A mí, siempre me trataron muy bien pero no es eso. Yo existo porque hay una serie de escritores que escriben, y un poso importante en Mallorca. Mi propuesta, comentada a Bargalló, es la de un modelo federalista. Cada uno, en su casa, sería autónomo, con una superestructura para realizar proyectos en común.

-¿Un modelo federalista, sólo a nivel cultural?
-Sí, no hablo a nivel político. Dejemos a los políticos que hagan su trabajo. Tendríamos un proyecto en común importante, que es la promoción al exterior, fuerte y potente, de la literatura y cultura catalanas.