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BARTOMEU PICORNELL.

La ambición agathiana de asociar su nombre al de un artista de renombre universal viene de lejos. El año 2000 entró en contacto con los herederos del pintor para pedirles autorización.

En una carta, consta por escrito que la modista renunciaba a la realización de cualquier proyecto que resultara «dudoso» para la familia. «Cualquier cosa que os parezca dudosa nos lo decís y no lo haremos», se comprometió la compañera sentimental de Pedro J. Ramírez.

Ruiz de la Prada obtuvo una respuesta inmediata y razonada por parte de Dolors Miró, Emili Fernández Miró y Joan Punyet Miró: era una negativa, después de un análisis detallado de los vestidos que la modista les había enseñado.

La familia Miró contestó que prefería no aventurarse a aprobar un proyecto que, de haberlo querido, Miró habría llevado a cabo a lo largo de su vida. Los herederos expresaron que Joan Miró no creó vestidos que no estuvieran vinculados a una representación teatral.

En efecto, el artista realizó vestidos con Max Ernst para «Romeo et Juliette», estrenada en París en 1926; en 1932, diseñó el telón y el vestuario para la obra «Jeux d'enfants»; en 1978 colaboró con la compañía catalana de teatro La Claca para crear los personajes de «Morí el Merma», y, finalmente, en 1981, se estrenó la obra «L'Uccello Luce» a La Fenice de Venecia, también con vestidos de Miró. Nunca, sin embargo, el artista participó en realizaciones que tuvieran que ver con el mundo de la moda, como pretendía Àgatha Ruiz de la Prada.

Durante la preparación del catálogo, a finales de 2003, y ante una solicitud cursada por el director gerente del IVAM, Kosme de Barañano, de reproducir la obra «L'Or de l'atzur» en el libro, la familia Miró denegó el permiso, e insistió en que de ninguna de las maneras quería que la modista vinculara la obra de Miró a sus vestidos.

Años antes, Àgatha Ruiz de la Prada había intentado llevar sus vestidos a una exposición de la Fundació Pilar i Joan Miró de Palma. Sus pretensiones volvieron a chocar con el rigor de la familia que vetó la muestra. Fue aquella una cadena de desencuentros que culminó con la retirada de obras propiedad de la familia de la Fundació con el objetivo de poner de manifiesto el desacuerdo con el comportamiento de determinadas instituciones. El periódico «Avui» llegó a publicar que el entonces alcalde de Palma, Joan Fageda, había sido presionado por el periodista Pedro J. Ramírez para que accediera a las pretensiones de su compañera sentimental de emplear el espacio Miró de Son Abrines.

Ante el fracaso de la tentativa, parecía que el Casal Solleric se convertiría en el objetivo de Ruiz de la Prada. A pesar de esto, algunas fuentes indican que la proximidad de la reacción contra la exposición de Lladró en ese centro hizo desistir a los promotores de la modista.

Finalmente, fue el Castell de Bellver el lugar donde, durante el verano, Ruiz de la Prada pudo mostrar la ropa que diseña sin exhibir ningún vestido de «homenaje» a Miró.

La familia Miró daba por cerrado el asunto cuando, un buen día, se encontró con que el catálogo del IVAM se había publicado. La falta de respuesta de De la Prada a sus solicitudes ha decidido a los herederos a pedir a la institución que retire el libro de la circulación.

La actitud mostrada por De la Prada es inédita para la familia de Miró. La Successió, en diversas ocasiones, ha mostrado su disconformidad con determinados usos de la obra del artista (por ejemplo, la utilización política) y siempre se ha comprometido en su interés para salvaguardar el espíritu del legado mironiano. La modista ha roto con una tradición de respeto y ha faltado a la palabra que dio por escrito cuando el proyecto todavía se estaba perfilando. Más difícil de entender es la conducta del IVAM.