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Amigos, conocidos, compañeros y familiares. Todos acudieron ayer por la mañana al tanatorio de Son Valentí para despedirse del músico Toni Obrador, fallecido el pasado jueves a causa de un infarto. Por la noche, la iglesia parroquial de Búger, su localidad natal, acogió el funeral. Durante la mañana, numerosos músicos pasaron por Son Valentí. Querían despedirse de su compañero y, también, amigo. Miquel Pieras, de Los Beta Quartet; Serafín y Luis, de Los Javaloyas; los miembros de Los Cinco del Este, Xisco Balaguer, el guitarrista Toni Obrador y Jhonny Valentino, entre muchos otros. Tampoco faltaron políticos como Jaume Matas, presidente del Govern; José María Rodríguez, conseller d'Interior, o Catalina Cirer, alcaldesa de Palma, así como el empresario Guillem Oliver, la actriz Margaluz y el ex político Pep Alfonso, que expresaron su condolencia a la madre del cantante, a sus dos hijos, Esmeralda y Toni, y demás familiares, entre ellos, el ex alcalde de Ciutat Ramon Aguiló, acompañado de su esposa, Mari Àngels Obrador, hermana del fallecido.

Uno de los abrazos más emotivos de la mañana fue el que recibió Eugènia Planas, segunda esposa de Obrador, de Jaume Matas. El Sinatra mallorquín, como se le conocía, tuvo una despedida muy emotiva. Óscar Collado, director gerente de la Empresa Funeraria Municipal, fue el encargado de leer el poema «Lo que diu una cançó» de Costa i Llobera. Después sonó su voz, «La Voz» isleña, interpretando un clásico de Sinatra: «The summer wind». Y, entre y entre, las palabras de Sinto Planas en boca de Collado: «Sinatra es el más grande, un auténtico rey y mito capaz de transformar en swing todo lo que tocaba. Sin embargo, lo que Sinatra no sabe es que canta como Toni Obrador».

Tras el acto, mientras seguía abierto el libro de condolencias, donde se reflejaba el cariño que hacia Toni Obrador sentían todos sus amigos, las anécdotas se convirtieron en la mejor manera de recordar al Sinatra mallorquín. «Era un auténtico showman», decían unos. «En la sala Tagomago actuó como telonero de Tom Jones y, como sabía imitarlo muy bien, empezó su actuación interpretando una canción del León de Belfast. ¡Todo el mundo pensó que el concierto ya había empezado!», explicaban otros. Fue un acto sencillo pero lleno de emotividad. Sus compañeros, amigos y familiares, sus íntimos, le acompañaron en su despedida. Era el último adiós a una gran voz y, también, a una excelente persona.