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Jorge Luis Marzo (Barcelona, 1964) es uno de los comisarios de la exposición «Tour-ismos. La derrota de la disensión», que se puede ver en la Fundació Tàpies de Barcelona con motivo del Fòrum. Coautor también de una de las piezas de la muestra, participó ayer en el ciclo «Paisatges» organizado por el Museu Es Baluard. Ningún lugar mejor que Mallorca para hablar de «Tour-ismos», una muestra multimedia e interactiva, que plantea una reflexión crítica sobre la influencia del turismo en la sociedad actual.

-¿Podría aliviar mi pesimismo sobre ese perverso fenómeno llamado turismo?
-No, porque tras la preparación de la exposición tuve que ir al psicólogo. Pasé cuatro meses de playa en playa y acabé mal.

-¿Qué sucedió?
-Es que es toda una dinámica. Imagínese que a alguien se le ocurre hacer un gran acontecimiento que hable de la paz, la sostenibilidad, la tolerancia y la diversidad. ¿Quién estaría en contra de eso? ¿Cómo podríamos criticar al turista? ¿Es posible criticar a una persona que se ha pasado once meses trabajando en unas condiciones laborales cada día más complicadas, más precarias, y, de repente, se libera durante un mes? Ese es el problema del turismo y, por eso, titulamos «Tour-ismos» a la exposición. Si la modernidad se basa en los ismos, que eran grandes utopías, la posibilidad de cambiar el mundo a través de diversas actuaciones, hoy todo se ha resumido es un ismo general, en la utopía de la felicidad, que es el turismo en sí mismo, un sitio definido por la falta de espacio público porque lo privado ocupa lo público. Es curioso que durante once meses nos protegemos de la mirada del otro con la ropa y durante uno te pones en pelotas junto a los que no conoces. El turismo lo ha invadido todo, los once meses restantes, a los ciudadanos se nos exige entusiasmo para participar en procesos de turistización de nuestra propia ciudad.

-¿Quién ha pervertido el turismo, el turista o el negocio?
-El negocio y otra cosa que me preocupa más, el estándar. En cuanto al primero, hay muchos tipos. Uno de Estado, que se dio en los sesenta en las costas andaluza y alicantina. El caso catalán comenzó con pequeños negocios familiares que crecieron hasta llegar a la catástrofe. Tenemos el negocio de los tour operadores, que controlan Baleares y Canarias. ¿Cómo podemos cambiar Baleares o Canarias? Es muy difícil, porque los tienen cogidos por las pelotas. Con que se establezca la ecotasa llega la presión. Respecto al estándar, el turista busca lo mismo vaya a donde vaya, pero no porque no le interese el exotismo. Quiere el mismo windows en un ciber café de Perú o Australia, en un restaurante quiere un proceso que le asegura la fiabilidad de lo que come, en un hotel, una playa quiere unos estándares.

-¿Existe el turismo cultural del que encanta parlotear a los políticos baleares?
-El turismo es cultural por naturaleza, pero una cultura acotada en el tiempo y en el espacio, estándar; los museos, el Fórum, son para los turistas. El turismo es cultural porque hibrida culturas, percepciones, puntos de vista. Cultura y turismo están entretejidos. Otra cosa es, ¿hasta que punto nos interesa una cultura escaparate donde se promociona una idea etiquetable de la cultura española, mallorquina, catalana? Ese el gran error.

-¿Y un turismo 'bueno'?
-Hay valores que podrían aplicarse al turismo, sostenibilidad, respeto a las diferencias, a las culturas locales, a la falta de estándares, pero es una utopía porque el turista quiere bocadillo de chorizo aunque esté en Senegal y le encante la cultura local. Aunque sí hay unos procesos a los que habría que prestar más atención, como que el turismo no puede basarse en una cultura inmobiliaria. Hay que pensar qué se puede ofrecer al turista y lo que se puede perder ofreciéndolo.