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NICO BRUTTI

Resulta que La Oreja de Van Gogh volvió una noche -no de verano- a tocar en Mallorca. Esta vez, trasladó el escenario a tierras palmesanas para brindar un set muy profesional de casi una hora y media de duración, haciendo vibrar a su incondicional peña, calculada en algo más de siete mil fans.

Todo porque el Consell de Mallorca decidió, para regocijo de muchos, muchísimos, que la banda donostiarra fuera la encargada de conmemorar, en la explanada del Hipódromo de Son Pardo, el veinticinco aniversario de la citada institución insular.

Ocho minutos después de las diez de la noche, Amaya y compañía hicieron su aparición para delirio de los miles presentes. «20 de Enero» abrió el concierto de esta banda de pop que, aunque no muy prolífica, se busca la vida de una manera muy digna, con detalles que la hacen diferente de otras formaciones con similar propuesta. Parece que van a decir y tocar lo mismo que cientos de grupos, pero entonces trocan armonías que desconfiguran la estructura simplona del pop, convirtiendo una canción del montón, en algo interesante. Amaya magnetizó a la audiencia, pero siempre que pudo se quitó protagonismo para entregarlo a sus músicos. Excelente noche para Palma, para el Consell y para, cómo no, La Oreja de Van Gogh.