Objetos de arte rupestre. Foto: PERE BOTA / SEBASTIÀ AMENGUAL

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Cráneos y huesos humanos y animales, objetos de la industria lítica y de arte rupestre ocupan desde ayer sa Llonja. Con las ventanas ojivales tapadas, el espacio parece una cueva prehistórica donde, hasta el 23 de noviembre, se exhibirá el montaje «Atapuerca i l'evolució humana».

El paleontólogo Juan Luis Arsuaga, quien junto a Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro investiga en el yacimiento prehistórico burgalés desde hace una treintena de años, presentó la exposición. Francesc Fiol, conseller de Cultura del Govern, y la directora general del departamento, Catalina Sureda, presentaron la exposición como su primer gran proyecto cultural.

Según Arsuaga, la muestra, «el buque insignia de Atapuerca», permitirá que el público «mire a los ojos a nuestros antepasados y los vea tal como eran». Podrá hacerlo mediante «reproducciones de fósiles de alta definición hechas por los mejores artistas científicos del mundo», los hermanos Kennis, holandeses, que han puesto rostro a los cráneos de los primeros humanos europeos, eHomo antecessor. Frente a las piezas, Arsuaga decía ayer: «Literalmente hemos sido así». Si los hallazgos de Atapuerca han cambiado el conocimiento de la evolución humana, un yacimiento mítico es la Cueva de Altamira, en Santander. Relacionándolos en un contexto amplio, la exposición estrena parte del techo de la misma con las impresionantes pinturas de dos bisontes hembra. De Atapuerca, «la mayor concentración de la historia del mundo», están «Excalibur», un hacha tallada a mano hallada en la Sima de los Huesos, «el objeto votivo más antiguo de la historia de la humanidad»; el cráneo del Niño de la Gran Dolina, de 800.000 años, víctima del primer acto de canibalismo que se conoce. Y por primera vez en España, los cráneos del Niño del lago Turkana (Kenia, 1'8 millones de años); o de Lucy (Etiopía, 3'2 millones de años), «considerada la Eva de la humanidad».