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Cuando Rafel Perelló ganó el Premi Ciutat de Palma Antoni Gelabert d' Arts Plàstiques, en la pasada convocatoria, llevaba «pintando desde niño» aunque hacía pocos años que había decidido mostrar su obra en público. Este manacorí nacido en 1963, que también es músico, inaugura hoy su primera gran individual en la galería Marimón de Can Picafort con cuadros matéricos y abigarrados en los que, sorpresivamente, ha introducido un punto de color que sorprenderá.

-Lleva mucho tiempo pintando, pero casi no le conocíamos hasta que ganó el Ciutat de Palma. ¿Dónde estaba?

-Hasta hace cuatro o cinco años no había enseñado nada, pintar era algo personal, me faltaba un empujón.

-Pero todo creador siente necesidad de mostrarse. ¿No le sucedía a usted?

-Soy músico de jazz, bajista y batería; me expresaba con la música y me reservaba la pintura.

-¿Cuál ha sido su evolución?
-Durante mucho tiempo estuve influenciado por el informalismo, pero también inventando técnicas propias en el estudio, investigando, he pasado muchas horas encerrado, trabajando. Admito muchas influencias y fascinación por muchas cosas.

-Su pintura está llena a rebosar y tiene mucho movimiento.

-Ese es el concepto, busco el movimiento.

-En el catálogo de la exposición sorprenden un cuadro azul y otro rojo, intensísimos, frente a sus habituales ocres. ¿Es un nuevo camino?

-Son los únicos cuadros, quería hacerlo, era un capricho.

-En tiempos de multiplicidad de lenguajes, ¿por qué apuesta por la pintura?.

-Lo que le puedo decir es que estoy convencido de que en arte se trata de aportar un lenguaje personal y, a la vez, coherente, que es lo más difícil. No puedo entender el arte desde otra perspectiva.

-¿Se ha sentido tentado por otros soportes?
-Sí, pero no es el momento de mostrarlos.

-¿Se considera un barcelonino?
-No, aunque me gusta su pintura.

-¿Qué opina del nuevo museo, Es Baluard?
-Un nuevo espacio dedicado a la cultura, y concretamente al arte, siempre es positivo.