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M.DíAZ La sede de la Real Academia de la Historia se llenó en la presentación de «Desamortización eclesiástica en Mallorca (1835)», del historiador Miguel Ferrer Flórez. Teodor Úbeda, obispo de Mallorca; Guillem Rosselló Bordoy, ex director del Museo de Mallorca, y el arquitecto Carlos García Delgado acompañaron al autor. Román Pinya Homs, presidente de la institución, fue el maestro de ceremonias. La Academia rebosó de interesados en unos hecho histórico que significó un «impacto moral y psicosocial extraordinario», que llevó al pueblo a una «desorientación», fue una «debacle» para el patrimonio histórico y un «desastre» urbanístico, según el historiador.

El derrumbe de conventos en Ciutat y la part forana o la parcelación inadecuada fueron, dijo, causas de la desamortización de Mendizábal, que nació para hacer una reforma agraria y un saneamiento de las arcas del Estado, que no consiguió, apuntó Ferrer Flórez. La búsqueda de una reforma agraria «necesaria» fue «manipulada» por Mendizábal, ministro de Hacienda y presidente del Gobierno, para «crear una burguesía adicta a la Corona y al liberalismo». En Mallorca, en 1835, un obispo «integrista», «ante lo que se le venía encima», dejó el gobierno de la Diócesis en manos de un canónigo liberal que «cedió mucho». Tampoco faltó la «ceguera» del clero.

Carlos García Delgado describió el libro como «apasionante explicación social y política» de la «convulsión» que supuso la desamortización en Mallorca. Por su parte, Guillem Rosselló Bordoy no perdió la ocasión de recorrer una lista de «desastres» hacia el patrimonio histórico, de mostrar su preocupación por el futuro de las torres den Gumara; de aludir a las «fuentes multicolores» ante la Seu y de relacionar la fecha de 1835, cuando se suprimieron los conventos, con la «del 12 de septiembre de 1229 o la del 31 de diciembre del mismo año».