El pintor aparece en una de las habitaciones del hotel que alberga su pintura. Foto: JAUME MOREY.

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Nueve meses y 170 cuadros. El pintor Àngel Pascual Rodrigo acaba de finalizar un trabajo por encargo, un «reto» que, una vez finalizado, le mantiene apartado de los pinceles mientras duran los calores de agosto. Los paisajes del artista, su personal forma de entender la naturaleza, las atmósferas que consigue en las telas con escasos elementos de factura esquemática y concepción abstracta, cuelgan de las 68 habitaciones de un hotel recién inaugurado, el Vista Port Adriano, en El Toro. «No tenía ninguna esperanza de que aceptase», dice Mariña Sastre, dueña del establecimiento y coleccionista que siente un «especial interés» por la pintura de Pascual Rodrigo. «Cuando vi su primera pieza me impresionó».

Mariña Sastre conoce bien el trabajo del artista aragonés, residente en Campanet desde hace más de una veintena de años. Por eso, además de colgar sus cuadros en su domicilio, le ha elegido para el nuevo hotel. «Se que Àngel ha sufrido mucho con esto, pero, al final, ha salido el alma del artista; yo le había dado unas pequeñas indicaciones de lo que deseaba en cuanto a los tonos teniendo en cuenta que los cuadros eran para la decoración de un hotel, porque hay un tipo de pintura más difícil de entender que otra; lo hacía intentando conciliar todo, incluido mi instinto comercial, pero no me hizo caso y resultó mucho mejor».

Sin embargo, el pintor dice que sí tuvo en cuenta estos deseos, el entorno de pinos, las montañas que se ven a lo lejos, el mar y que le sirvió como un ejercicio. Azules y verdes surgieron de su paleta junto a los ocres que quería Mariña. El resultado es una obra personal, una gran secuencia de un paisaje imaginario, como ocurre en sus cuadros, en los que muy combina los preceptos «romántico y racionalista» que caracterizan su obra. Los 170 óleos fueron concebidos a modo de suite, jugando con el término francés que denomina una colección temática y la palabra aplicada a habitación. «Suite soñada» y «Suite serena», así los ha titulado. «En ellos está el eco de lo que es mi trayectoria», apunta el artista.

Cada cuadro es un proyecto «que se desarrolla en el siguiente» y del conjunto «he aprendido mucho». Por ejemplo, «la mano se me ha soltado de una manera impresionante». En cierta forma pensados para el lugar en que los acoge, como «cuando hago una exposición, que trabajo para un espacio concreto», asegura que tras un reto de esta clase necesita recargar pilas «porque te quedas como vacío». «El día que llegaron los 170 bastidores al estudio me senté delante de ellos y pasé un buen rato mirándolos sin saber qué hacer», recuerda con humor. Las primeras dudas se han resuelto con creces. La obra ya está dispuesta para ser disfrutada.