Carmen Masdeu, al microscopio, analiza los tejidos ante la madre Francisca Pizà. Foto: SEBASTIÀ AMENGUAL

TW
0

Mallorca no fue ajena a la moda del bordado que imperó en el siglo XIX. Un ejemplo es la colección de piezas textiles propiedad de las religiosas de la Pureza. En la casa madre de la orden se guardan ejemplares de indumentaria litúrgica, utilizados en las ceremonias religiosas, así como muestrarios y trabajos que en su día hicieron las alumnas del colegio, fundado en 1805, del que se hizo cargo la madre Alberta en 1870. Dos expertas en textil, las conservadoras Carmen Masdeu y Luz Morata, catalogan e inventarían este patrimonio.

Calidad, minuciosidad, riqueza de materiales, perfección en el dibujo previo, variedad de puntos, diseños modernistas son algunas de las características que han observado mientras fotografían, enumeran, datan, analizan al microscopio y miden, funciones que forman parte del inventario que concluirán con un análisis y valoración de la colección.

Perlas, lentejuelas, cuentas de cristal de colores, figuritas se entremezclan con los hilos de seda, plata, oro, de chenilla, "semejante al terciopelo"; los distintos modelos de puntos: al matiz, de nudos, canutillo, entre otros, para tomar forma sobre las telas de seda o tisú. Masdeu y Morata aseguran que, en cuanto a los bordados, «la colección es muy representativa del periodo, muy buena». Las expertas han comenzado por la indumentaria religiosa, los conjuntos o ternos utilizados por los sacerdotes que incluyen hasta los zapatos y los bonetes. «Hay tres piezas plenamente modernistas».

Como otras artes aplicadas del periodo destacan por «elementos florales dispuestos sin simetría, de forma autónoma, con mucho movimiento, hojas dentadas que recuerdan la época medieval, lirios, cardos, flores típicas del modernismo».