El público se animó con la música e hizo del concierto una «marchita guapa». Foto: A.S.

TW
0
RAPHEL PHERRER El domingo por la noche Los Bravos actuaron en la cafetería Sa Fàbrica de Santanyí, pero no fue una gala fortuita: formalizaron la materialización de un argumento que lleva mucho tiempo en la mente del escritor Guzmán Alonso, quien en breve publicará la biografía del grupo.

¿Por qué tiene interés la pulsión musical de esta formación y no otras, de las que triunfaron en los años sesenta? Para el autor, Los Bravos supieron aglutinar el sentido de modernidad en la España de los 60, cuando existía el anhelo nacional de homologarse con el exterior. Los Bravos siempre han dominado el lenguaje musical propio de afirmación juvenil a través de las composiciones de Manolo Díaz. Por ello fueron respaldados desde los departamentos de producción del mercado musical del momento, bajo la dirección de Alain Milhaud. En breve saldrá el libro que desgrana el sentido de estos músicos, pero aún no se sabe si volverán al directo; lo cierto es que ellos están dispuestos y son conscientes del rol vanguardista que les tocó vivir.

En 1961 su tema Los chicos con las chicas y en 1973 coronaron el número uno de las listas yanquis, difundiendo ellos una determinada concepción vital para la gente joven. Así que los años, que a veces pasan factura en lo negativo, también saben reconocer el papel balsámico de sus protagonistas. Están ahí, estuvieron ahí el domingo por la noche, en Santanyí y su existencia tiene sentido. El Black is Black sonó mejor que nunca y la voz de Mike Kennedy demostró haber pactado con el demonio, como el Fausto de Goethe.