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CRISTINA ROS «Conocí la vida en la clandestinidad, la hipertrofia del miedo, pero ésta no es mi historia, no son recuerdos, aunque la memoria juegue un papel fundamental en la novela». Rosa Pereda (Santander, 1949) presentó ayer en Palma «La sombra del gudari» (Editorial Planeta), que supone su primera incursión en el ejercicio novelístico.

Rosa Pereda, que es autora de diversos ensayos y crítica literaria, define su obra como «una novela coral, un mosaico de personajes, acontecimientos y sensaciones, que remite a un tiempo y a unas circunstancias muy concretas». Estas son: Bilbao, 1970, una juventud militante, los inicios de la lucha antifranquista de ETA, acción política, violencia, radicalismo, nacionalismo vasco y hasta la contemplación de los inicios de la transición a la democracia, realidades que la escritora ha vivido de cerca.

La novela, según su autora, «sólo tiene el aroma de lo vivido, ya que necesitaba distanciarme de la situación. En ella no existe más nostalgia que la de tener 19 años. Aquella situación no era, para nada, el paraíso». En todo caso, Pereda se reconoce entre esa generación revolucionaria: «Aquella época hizo que nos marcáramos unas rayas por las que todavía hoy no estamos dispuestos a pasar, por mucho que después hayamos evolucionado hacia el pensamiento socialdemócrata. Para los rojos de mi generación ha sido fundamental encontrarnos construyendo una democracia».

Formalmente, «La sombra del gudari» tiene una escritura directa, rápida y efectos cinematográficos. Rosa Pereda expresa su miedo «a dejarme llevar por la literatura. Por eso he eliminado cualquier delirio lírico. Tampoco soy muy consciente de estar haciendo literatura. Una novela, como un hijo, se hace de cintura para abajo, pues si dejas que te domine la cabeza, abandonas la idea de inmediato».