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La muerte del violinista y director de orquesta británico Yehudi Menuhin, ayer, a los 82 años en un hospital de Berlín a causa de un paro cardíaco, ensombrece el mundo de la música, que pierde a uno de sus genios contemporáneos.

La carrera musical de Menuhin, nacido en 1916 en Nueva York de padres judíos de origen ruso, empezó muy pronto y, ya a los siete años, se lo conocía como el Einstein del violín. A los diez años, debutó en París, un año después en Nueva York y, a los trece , en Berlín, que era prácticamente la capital musical del mundo al final de los «felices años veinte». A su carrera de violinista hay que sumar la de director que lo llevó a estar al frente de importantes orquestas. El último concierto de Menuhin fue el pasado domingo en Dusseldorf.

Además de sus actuaciones artísticas, Menuhin se preocupó durante toda su vida por los problemas sociales y, además de crear escuelas y fundaciones para el fomento de la música, dio vida a proyectos para apoyar a personas con problemas físicos, psíquicos y sociales. «La única receta que existe contra la criminalidad es crear, a través de la música, una atmósfera de esperanza, confianza y alegría», aseguró Menuhin en una ocasión. Por su labor humanitaria recibió numerosos premios, entre ellos el Príncipe de Asturias de la Concordia, que recibió en Oviedo en 1997.