TW
0

A los cuatro años comenzó a tocar el tambor en la escuela de su pueblo, Montuïri y, apoyado por su padre, un campesino que parecía tener visión de futuro, empezó a estudiar solfeo. Fueron los comienzos de una carrera fulgurante que en el seno de la Iglesia Católica acabó consagrándole como el revitalizador de la música religiosa desde la cúspide, o lo que es lo mismo, desde la misma curia romana, además de haber sido pionero en la renovación del canto litúrgico en lengua vernácula. Eso dicen quienes le conocen bien y hay también quien añade que el padre Antoni Martorell, a quien se le acaba de conceder la Medalla de Oro de la Comunidad, es todo un caballero, lo que no parece estar reñido con su condición de franciscano. Martorell afirma en una entrevista que reproduce hoy integramente Ultima Hora que recibe el premio «no sólo con humildad, porque seguro que hay muchos que lo hubieran merecido como yo o más que yo, pero la suerte es aleatoria. Es un poco lotería, esto de los galardones. Esta vez me ha tocado a mí y quiero que revierta en gloria de todos los colegas músicos que trabajan por esta causa».