Leonor Barceló, dueña de Los Patos. | Julián Aguirre

Si a Leonor Barceló le hubieran dicho hace casi cincuenta años que esta semana le iban a dar el reconocimiento de Horeca por su restaurante Los Patos, situado en el Puerto de Alcúdia, seguramente se hubiera echado a reír. Ella y su marido, Gabriel Font, levantaron con sus propias manos el restaurante con mucho esfuerzo e ilusión, a partes iguales, porque la vida les obligó a empezar de cero.

¿Cómo surgió la idea de abrir el negocio?
Las cosas no habían ido muy bien del 70 al 75 y mi marido me propuso montar un restaurante. En principio yo no tenía que ser la cocinera principal, solo ayudar. Fue un cambio radical, pero acepté y con mi hijo, el mayor, mi padre, mi suegro y mi marido construimos el restaurante, es decir, hacíamos de albañiles, durante todo el 75, y el 12 de septiembre del 76 abrimos. Al cabo de dos meses la cocinera que había se fue y yo tuve que asumir este trabajo. Hasta hace diez años he estado trabajando en la cocina.

¿A qué se dedicaban antes?
—Nosotros teníamos un hotel, yo era la gobernanta y mi marido era constructor, pero la crisis del petróleo del 72 y el principio de la democracia nos llevaron a tener que empezar de cero. En esta vida, empezar de cero es recomendable para saber lo bonita que puede ser si puedes sacarlo adelante.

¿Qué recuerda de aquellos primeros tiempos?
—Pues no saber exactamente nada, porque yo había hecho de cocinera en las matanzas de la familia, en casa de mis padres, de mis suegros y de mi hermano, y cocinaba en casa, pero a mi dirigir un restaurante no se me había pasado nunca por la cabeza. Fueron momentos difíciles, duros, sobre todo porque quería hacerlo bien. Creo que ha ido bien.

¿Cómo era la comida de aquella época? ¿Ha cambiado mucho?
—Todo evoluciona, pero los pilares de Los Patos son la cocina mallorquina: un buen arrós brut, unos buenos caminantes, un buen frito mallorquín, una buena cassola, unos fideos con anguilas guisadas o una fideuá de pescado. Todo eso no ha cambiado, se ha mantenido igual. Sí que hay cosas que se han ido añadiendo y que son nuevas porque la sociedad lo ha exigido como más tipos de carnes y de pescados, pero siempre sin perder la fuerza del plato mallorquín.

¿Cómo reciben ahora el homenaje?
—Yo lo agradezco muchísimo y se lo quiero dedicar lógicamente a mi familia, pero también, de una manera muy especial, a dos sectores: a nuestros clientes, por estos 49 años, y a los cocineros, cocineras y ayudantes que he tenido durante todos estos años.