La partida total para esta primera convocatoria es de 500 millones de euros, muestra clara de la importancia de esta transformación en la economía general del Estado.

Haga memoria: durante el confinamiento al que la sociedad se vio sometida, hace apenas dos años, un aspecto de nuestro día a día, algo que hasta entonces era una parte más de la modernización social y empresarial, cobró especial importancia, siendo en muchos casos incluso una tabla de salvación para muchos puestos de trabajo y negocios. Estamos hablando de la digitalización, que nos permitió teletrabajar, adquirir cualquier producto que necesitáramos o incluso sentirnos más cerca de nuestras familias, amigos o compañeros de trabajo. Aquella prueba de fuego supuso un antes y un después en esa transformación digital que llevaba años siendo importante, pero que entonces se desveló ineludible.

En cierto modo nuestra digitalización es más grande aún de lo que pensamos. El móvil es una herramienta imprescindible cada vez en más trabajos o incluso en la vida social y el ocio, y más que un teléfono, son pequeños y potentes ordenadores que llevamos siempre en el bolsillo y que, además, hacen llamadas. Compras, servicios, gestiones, todo se puede gestionar desde ellos y cada vez aparecen nuevas posibilidades que hacen que su uso se extienda a todos los ámbitos de nuestra actividad. Por eso precisamente es más vital que nunca que los negocios, no importa su tamaño o sector, lleven a cabo la adaptación al nuevo y ya permanente escenario.

La transformación digital tiene una serie de ventajas muy claras, como la reducción de costes frente a negocios de fórmula tradicional, el aumento de la productividad mediante la optimización de tareas y mano de obra, la flexibilidad del trabajo o el aumento de la competitividad. Todos son factores aplicables a cualquier tipo de empresa, sea cual sea su tamaño y mercado. Pero si la transición digital es casi un imperativo, realizarla de la manera más adecuada no es menos importante si se quiere que sirva realmente para impulsar un negocio. Entran en juego entonces los agentes digitalizadores, profesionales especializados en el proceso y sus distintas ramas. Estas tienen en común un nuevo concepto en el que se resume la adecuación del proceso: la escalabilidad.

La escalabilidad es la capacidad de adaptación y respuesta de un sistema con respecto a su rendimiento, en relación al aumento de su número de usuarios. El término define la forma en que un negocio se adapta a su crecimiento sin que se dé una pérdida de calidad ni un exceso o defecto de recursos. Calcular este factor es una de las claves del éxito y los profesionales de la digitalización lo hacen teniendo en cuenta numerosos factores y analizando aspectos muy diversos de la operatividad de un negocio.

De estos profesionales se puede encontrar un extenso listado en el programa Kit Digital. Puesto en marcha recientemente por el Gobierno central, su objetivo es acelerar la digitalización de las pequeñas y medianas empresas para mejorar su competitividad y sus posibilidades de crecimiento. Para dar un ejemplo del interés que esta cuestión suscita, destacar unicamente un dato: en las primeras 24 horas de su puesta en marcha, el pasado mes de marzo, más de 10.000 empresas lo solicitaron. Se calcula que hasta un millón de pymes y autónomos se podrían beneficiar de las ayudas a la digitalización, que consisten en bonos de hasta 12.000 euros.

La partida total para esta primera convocatoria es de 500 millones de euros, muestra clara de la importancia de esta transformación en la economía general del Estado. El Kit digital se podrá dedicar a mejorar o implantar diversas categorías en las que la gestión de especialistas en áreas como las arriba mencionadas, es crucial. Son los agentes digitalizadores, empresas que superan los criterios exigidos por el Kit digital y que acompañan en el proceso, adaptándolo a cada cliente para que sea óptimo. Se parte desde un test de autodiagnóstico que se realiza en el momento de la solicitud del Kit y en el que se mide el grado de digitalización de la empresa y se definen sus necesidades en los diferentes factores de la actividad digital.

Hay especialistas dedicados al desarrollo adecuado de cada uno de esos factores, entre los que se encuentran análisis de negocio, ciberseguridad, comercio electrónico, comunicaciones, gestión de clientes, procesos o redes sociales, diseños de servicios web y presencia en internet.

El análisis de negocio, o business intelligence y analítica, consiste en evaluar la actividad de la empresa y desarrollar un sistema predictivo en el que se ponga a prueba el sistema y se puedan prever problemas antes de que lleguen. La ciberseguridad es un término ya familiar para todos, pero contiene también detalles menos evidentes como la seguridad operativa o la capacidad de recuperación tras un ataque. Un sistema de comercio electrónico ágil y atractivo también será la clave del éxito en muchos de los casos, representando, junto al diseño web, el verdadero escaparate de un negocio virtual.

Esto, junto con una eficaz captación del cliente gracias a la gestión de las redes, el posicionamiento y un adecuada atención en los servicios, son tan solo algunos de los servicios que estos agentes digitalizadores pueden ofrecer. Estableciendo un símil culinario, es como la habilidad de un cocinero de mezclar y sazonar los ingredientes para que cualquier comensal quede satisfecho.