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Nadie es eterno. Ni siquiera Rafael Nadal Parera. El tenista manacorí puso ayer fecha de caducidad a una carrera que ya forma parte de los anales del deporte español. Será en 2024 cuando su figura pase a la leyenda después de un palmarés inigualable y una carrera a la altura de los más grandes. Porque aquel niño de Manacor que jugaba con pantalones piratas y sin mangas que revolucionó el mundo del tenis y pulverizó todos los registros en Roland Garros es un icono mundial. En el Olimpo de los Jordan, Schumacher, Merckx o Tiger hay que situar a Nadal, un tipo admirado en cualquier rincón del planeta y que se resiste a dejarlo. Porque Rafa quiere ‘morir matando’ y retirarse en las canchas de tenis, rociado de arcilla y, a poder ser, alzando un trofeo al cielo. Con este parón hasta final de año quiere dar un paso atrás para dar después dos hacia adelante y volver en el último año de su carrera. Para recibir el aplauso de la gente desde una pista de tenis y no con la frialdad de una rueda de prensa. Habituado a convivir con el dolor, quiere regenerar su cuerpo para volver a jugar y decir adiós en las canchas. Lo consiga o no, él se ha ganado el derecho a decidir cuándo y dónde se retirará. De momento nos está preparando. Nosotros conocemos su palmarés, pero nadie como él conoce su cuerpo. Vuelva o no, la carrera de Rafael Nadal Parera ya forma parte de esas historias que se cuentan de generación en generación.