Carlos Moyà junto a un jovencísimo Nadal en el Mallorca Open. | Redacción Deportes

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El 29 de abril de 2002, Rafael Nadal, con 15 años, 10 meses y 26 días, saltaba a la pista del Mallorca Open para disputar su primer partido en un torneo ATP. Nacía el mito aún sin saberlo. El septiembre anterior había jugado su primer Future en Madrid y la siguiente semana había sumado sus primeros puntos en un Challenger en Sevilla, pero una invitación de la cita mallorquina le daba la oportunidad de estrenarse en el cuadro principal con el paraguayo Ramón Delgado, de 25 años y número 82 del ránking.

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El 0-2 con el que arrancó el duelo parecía el escenario más propicio para que el jugador sudamericano cargara de dudas al joven debutante, cuyo estreno ya había generado una notable expectación teniendo en cuenta su trayectoria reciente. Lo normal es que el manacorí hubiera sentido la presión, pero fue su primer ejercicio de determinación para acabar imponiéndose 6-4 y 6-4.

Delgado tenía referencias de Nadal por Carlos Moyà, que ya le había hablado de un chico con un gran potencial. Le sorprendió la capacidad para sostener el ritmo de bola y su mentalidad. «Fue una decepción, pero no perdí con cualquiera», dice siempre que se le pregunta por aquel partido en el que era imposible advertir las cotas que iba a alcanzar el manacorí al que sí se le intuía «una intensidad impresionante muy superior a los chicos de su edad». «Cuando hemos coincidido le digo que yo le di toda la confianza para ganar todo lo que está ganando y que espero un porcentaje», bromea Delgado, que fue la primera víctima del largo historial de un Nadal que cayó en segunda ronda ante Oliviera Rochus por un doble 6-2.