Nadal, durante su entrenamiento de ayer. | Tolo Jaume

TW
4

En el penúltimo escalón hacia la gloria se sitúan frente a frente los dominadores del planeta tenis. Rafael Nadal y Novak Djokovic disputan una final disfrazada de semifinal en Roland Garros, donde el balear pone en juego su cetro de la tierra ante la gran ambición del serbio. La reedición del pulso decisivo del año pasado es un nuevo episodio de la salvaje rivalidad del momento. Una rivalidad que se recrudece en la antesala de la verdadera lucha por la Copa de los Mosqueteros, que se entregará el domingo pero empieza a decidirse hoy (13.00 horas/Cuatro, Eurosport y Digital+). Después de la gran batalla, será el turno para David Ferrer y Jo-Wilfried Tsonga, que aspiran a su primera final en París.

La historia reciente convierte la primera semifinal en un duelo con carácter de final anticipada. Además, el momento de forma de ambos contendientes incrementa la intensidad. Después de las dudas iniciales, Nadal ha desplegado su mejor tenis cuando el torneo se lo ha requerido. Su progresión en la cita, como cada año, es su mejor aval para encarar el desafío que le plantea Djokovic, dispuesto a romper la barrera en la que se estrelló tantas veces Federer. Los dos llegan en el momento de forma justo al duelo soñado desde que el sorteo se dispuso a cruzar sus trayectorias.

Historia

Entre el manacorí y el serbio todo empezó aquí, en Roland Garros, en 2006, pero 34 enfrentamientos después su rivalidad se adentra en otro choque fascinante alejado de aquel en el que 'Nole' abandonó con problemas en la espalda. Ahora, a un lado de la red está el número uno del mundo, Djokovic, y al otro el mejor jugador del año, Nadal. En una parte, el serbio, el dominador de los últimos grandes, y en la otra, el mallorquín, el rey del Grand Slam francés y de la tierra. Nadal quiere extender su leyenda y Djokovic reescribir la suya conquistando el único grande que le falta a sus vitrinas confirmando un número uno que podría sentir la presión del balear en la segunda mitad del curso.

Nadal domina los cara a cara con Djokovic después de haberse impuesto en 19 de sus 34 partidos. Sin embargo, el último precedente en la final de Montecarlo es el que está presente en la víspera. El triunfo del serbio en el territorio Nadal por excelencia reabre sus posibilidades y eleva la expectación.

Noticias relacionadas

El serbio puede partir con la ventaja psicológica del último cruce, pero Nadal tiene a su favor su dominio de la Philippe Chatrier. Solo Soderling en 2009 fue capaz de doblegarle en una pista especial por sus dimensiones y el viento que siempre ejerce su influencia. El heptacampeón ha ganado las siete semifinales que ha disputado y el serbio se ha quedado en cuatro ocasiones en un penúltimo escalón. En París, Nadal es el campeón y Djokovic el aspirante al que puede pesar la obsesión de conquistar la capital francesa.

Ambiente

La semifinal tiene una atmósfera de final, entre otras cosas, porque desde 2009 el mallorquín y el serbio siempre han peleado por títulos en sus partidos. No se topaban en rondas previas a un duelo decisivo desde hace cuatro años y durante este período las alternativas se han apoderado de sus enfrentamientos. Si 2011 fue para el serbio, en 2012 Nadal revirtió su dinámica negativa antes de verse obligado a parar durante siete meses por culpa de la rodilla.

Más allá del envoltorio, sobre la arcilla se resuelve el choque de estilos: la derecha de Nadal contra el revés de Djokovic, la agresividad y fortaleza mental del balear y el letal contragolpe y despliegue físico del serbio. Es todo o nada en un duelo en el que está en juego una plaza para la final de un grande, que sería la 17ª para el mallorquín y la undécima para el de Belgrado.

Cuando se apague el ruido de sables del gran duelo, David Ferrer y Jo-Wilfried Tsonga medirán sus fuerzas para acceder a su primera final de Roland Garros, que vivirá un ambiente de Copa Davis.

Hace treinta años que un tenista francés no se corona en la Philippe Chatrier (el último fue Yannick Noah, en el ya lejano año 1983) y un cuarto de siglo que un tenista galo no disputa la final (Leconte en 1988), por lo que una gran carga emocional impregnará la pista central. Ferrer, por suparte, podría culminar una final española si Nadal también cumple con su parte.