Muriqi y Larin, delanteros del Real Mallorca, se llevan las manos a la cabeza durante el partido de Copa del pasado martes contra la Real Sociedad en el Reale Arena. | Carlos Gil-Roig

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La Copa del Rey ha quedado atrás para el Real Mallorca. Y ahí permanecerá durante las próximas semanas. El equipo balear, que viene de vivir los momentos más dulces de la temporada con su clasificación para la gran final de Sevilla, regresa a la cruda realidad de la Liga, que poco o nada tiene que ver con la fiesta de la que ha disfrutado estos días. Los de Javier Aguirre, que siguen teniendo la amenaza del descenso a la espalda, necesitan llenar la despensa y acumular reservas con las que asegurar su futuro en Primera División. Para empezar a cuadrar sus números pasará por caja el Girona, una de las víctimas que se ha cobrado de camino a La Cartuja y, a su vez, la segunda formación más potente del campeonato (Son Moix, Movistar LaLiga, 18.30 horas).

El cambio de registro al que se enfrenta el Mallorca es radical. En solo unos días pasará de celebrar por todo lo alto uno de los resultados más impactantes de su historia a ajustarse el mono de faena para bajar al barro y pelear con todo por la quinta victoria del torneo regular. Lo mejor es que saldrá al campo con la jornada ya lanzada, con lo que sabe a lo que se expone, y siendo consciente de que si se vuelve a caer continuará a una distancia prudencial del agujero: cinco puntos. Sin embargo, el riesgo aumentará de forma exponencial porque todos sus vecinos cercanos —Cádiz, Celta, Rayo Vallecano y Sevilla— han cosechado y la carretera seguirá tirando hacia arriba en las próximas jornadas.

A falta de ver a cuánto asciende en la Liga la factura de la Copa, Aguirre ya ha procedido al cambio de chip. No quiere saber nada de la final del 6 de abril y ha eliminado de su discurso cualquier referencia a ese torneo paralelo en el que está a solo noventa minutos de la gloria. Hay que agarrar cuanto antes la cuerda de la salvación. No queda otra.

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El entrenador mexicano tendrá que seguirá equilibrando las cargas entre sus futbolistas, que vienen de jugar un partido al límite y de trabajar un poco menos de lo habitual en los días posteriores. Se han acabado esos duelos intersemanales que desde el pasado mes de enero han estado poniendo a prueba su capacidad pulmonar, pero el grupo necesitar recuperar el aliento.

Uno de los cambios que parecen seguros con respecto a la semifinal es el de la portería, donde se supone que Predrag Rajkovic volverá a darle el relevo a un Dominik Greif que no se ha quitado la capa de superhéroe desde que salió del Reale Arena. Por delante, está por ver si Aguirre elige jugar con uno o dos delanteros y por cuál de ellos apuesta. Lo que sí tiene claro el preparador mexicano es que el tercer pulso del año contra el Girona debe parecerse mucho más al de hace un mes en la Copa que al de la primera vuelta en Montilivi, allá por el mes de septiembre.

El Girona viaja a Palma aparentemente recuperado de una pequeña depresión que le restó mucho peso a su sorprendente candidatura al título. El conjunto de Míchel Sánchez había encadenado por primera vez tres jornadas sin ganar y dos derrotas —cosechó un punto de nueve ante Real Sociedad (0-0), el Real Madrid (4-0) y Athletic (3-2)—, pero el lunes superó el bache pasando por encima del Rayo y recuperando su mejor cara con un gol de Viktor Tsygankov y un doblete de Sávio Moreira.

El cuadro catalán sigue siendo el equipo con más dinamita del campeonato con 57 tantos —uno más que el Barça y tres más que el Madrid antes de comenzar la jornada—, y en el último encuentro le puso por décima ocasión el candado a su portería. Coincidió con el regreso a la titularidad de David López, que no se ha desplazado a Mallorca por unas molestias en el cuádriceps. Otra baja en Son Moix será la de Yangel Herrera con unos problemas en el sóleo. En cambio, Míchel recupera a Daley Blind después de tres partidos de baja y el central holandés, como Iván Martín, podría volver a la titularidad.