El jugador del Real Mallorca Abdón Prats celebra uno de los goles del partido de cuartos de final de la Copa del Rey ante el Girona disputado en el estadio de Son Moix, en Palma. | Miquel Àngel Borràs

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Casi sin esperarlo, el Real Mallorca se encuentra ante el partido soñado por toda una generación de futbolistas y aficionados. El equipo bermellón, con el que nadie contaba a finales de octubre, cuando empezaban a servirse las primeras rondas de la Copa del Rey, llama a las puertas de una nueva final y fantasea con darse otro baño de gloria. Acompañada por medio millar de seguidores que no van a soltarle la mano en ningún momento, la escuadra de Javier Aguirre quiere actualizar esta noche su historia en un campo maldito. En un infierno blanquiazul donde se esconde ese mismo tesoro que lleva oculto más de dos décadas. El reto es mayúsculo. La recompensa, colosal (Reale Arena, 21.30 horas).

Sin grandes cargas a la espalda tras una temporada discreta, llega el Mallorca al gran encuentro bien de peso y con un aspecto saludable. Lo anuncia la estela que ha ido dejando durante su avance por el torneo y lo subraya el propio Javier Aguirre, que ha detectado en el grupo una ilusión contagiosa que también ha ido calando entre la hinchada. La posibilidad de alcanzar la que sería la cuarta final de Copa en la historia del club ha pasado de ser una quimera a un objetivo real. Más allá del rival que esté delante, que en este caso es uno de los peores posibles.

El conjunto balear ha conseguido plantarse en la vuelta de las semifinales con la enfermería casi despejada y, a excepción de Pablo Maffeo, el ejército de Javier Aguirre está completo y en su gran mayoría fresco. Para el partido de esta noche el entrenador mexicano recupera a su capitán, Antonio Raíllo, y amplía el fondo de armario con Siebe Van der Heyden, que han vuelto al grupo tras perderse por sanción el ensayo del pasado sábado en Mendizorroza. Un partido en el que apenas intervinieron varios futbolistas de peso que este martes se aplicarán las pinturas de guerra para buscar la gesta de la clasificación.

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El Mallorca encara la noche con Dominik Greif y diez más. El eslovaco, decisivo en eliminatorias anteriores tras ser señalado como el portero de la Copa, tiene garantizado el puesto bajo el larguero y ejercerá como el guardián ante el ataque realista, al que ya contuvo como pudo en el duelo de ida. Por delante, taponando los accesos al área, lo más normal es que jueguen Gio, Valjent, Raíllo, Nastasic y Jaume Costa.

A partir del centro del campo crecen las variantes y todo dependerá de si Aguirre juega con uno o con dos delanteros. Si opta por esta segunda fórmula lo más normal que uno de los dos arietes sea Abdón Prats. El de Artà es el máximo goleador de esta edición de la Copa —y de la historia del Mallorca en la competición— y el futbolista de la plantilla que más minutos ha jugado en las rondas anteriores. Ha sido el líder y el alma del grupo de camino a esta ansiada semifinal. Y teniendo en cuenta la magia que desprende en este tipo de partidos, parece uno de los argumentos más fiables a los que se puede agarrar el técnico. Decida lo que decida Aguirre a la hora de lanzarse a por la portería contraria, hay otros tres futbolistas que parecen fijos en la franja central del campo: Samú Costa, Antonio Sánchez y Dani Rodríguez.

La Real Sociedad no se presenta al envite en su mejor momento. Atraviesa una evidente sequía goleadora y de resultados desde hace dos meses que quiere mitigar con el factor emocional. Cuenta con la ventaja de jugar arropado por su gente y en un escenario en el que Mallorca lleva ya muchos años seguidos naufragando.

La mala dinámica txuri-urdin está alimentada por las bajas de Álvaro Odriozola, Aihen Muñoz, Aritz Elustondo, Ander Barrenetxea y Carlos Fernández, aunque para el partido de hoy Imanol recupera a Mikel Oyarzabal, del que flota la duda de para cuántos minutos estará disponible. Arsen Zakharyan y Hamari Traoré también han entrado en la convocatoria del técnico de Orio pese a arrastrar molestias.