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Hay derrotas que te dejan un sabor dulce. Pierdes, pero te vas a casa con la satisfacción del deber cumplido y la sensación de haber acariciado una de esas gestas que se recuerdan. Porque visitar el Santiago Bernabéu, disponer de las ocasiones más claras (un larguero, un poste...) y meter el miedo en el cuerpo al grupo de Carlo Ancelotti no está al alcance de cualquiera. Y eso es lo que hizo ayer el Mallorca en Chamartín. Javier Aguirre planteó un partido táctico casi perfecto, aunque curiosamente dobló la rodilla en una acción a balón parado, uno de sus puntos fuertes. En un córner que remató Rüdiger para acabar con 78 minutos de resistencia.

El Mallorca hizo lo que tenía que hacer. Bien armado atrás, por momentos presionó arriba para dificultar la salida de balón del Madrid y dispuso de dos ocasiones clarísimas con un cabezazo al larguero de Antonio Sánchez -partidazo del centrocampista mallorquín- y un disparo de Samú Costa al poste. Si el Mallorca siempre jugara así, con esa solidaridad colectiva, esfuerzo, presión y sacrificio, el grupo balear no estaría coqueteando con el peligro.

La irregularidad ha marcado una primera vuelta repleta de altibajos, aunque ha mejorado el gráfico en las últimas jornadas. Javier Aguirre ha optado por el músculo en detrimento de la imaginación -Darder volvió a ser suplente- y el Mallorca ha ofrecido su mejor aspecto. Está en pleno crecimiento.