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Recuerdo el penalti lanzado por Stankovic como si fuera ayer. Situado en la tribuna de prensa, con las manos entrelazadas y esa sensación de estar asistiendo a un momento histórico. El silencio se apoderó del estadio cuando el serbio comenzó la carrera... y de repente el sonido del balón estrellado en la publicidad estática lo nubló todo. Jamás le había pasado. Jamás había tirado un penalti fuera. Ese error desembocó en un mar de lágrimas; las de Jovan, las de Mena, las de Beltrán. Fueron en su día lágrimas de tristeza que hoy, 25 años después, son lágrimas de orgullo.