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Un punto es casi nada. O mucho. Pueden ustedes escoger. Los incondicionales saben que el Real Mallorca es especialista en resucitar a los muertos, a aquellos equipos inertes, sin pulso, sin alegría y sin fútbol. El Elche afrontaba el partido, además, sin conocer la victoria y con un solo punto, después de siete partidos. De esta manera, eran muchos los aficionados que daban por seguro que la noche acabaría de la peor manera.

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Y a punto estuvo de ser así, puesto que el Elche se adelantó en el marcador y no fue hasta bien avanzada la segunda parte cuando llegó el empate (1-1). El Real Mallorca inició el partido con ambición y dispuso de tres claras ocasiones -un penalti fallado por Muriqi incluido- antes de que Ponce, de cabeza, inaugurara el marcador antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora. Y de ahí y hasta el descanso, dominio total del Mallorca, que acaparó el esférico, pero no pudo consumar el empate.

El segundo tiempo se inició con idénticos parámetros. Lucas Boyé, el hombre gol de los ilicitanos, fue expulsado poco después de salir al terreno de juego, tras la intervención del VAR. Javier Aguirre, contra diez, varió el sistema y se olvidó de los tres centrales para jugar ahora con cuatro defensas y dos atacantes. El Real Mallorca dominó, se apoderó del esférico y una rigurosa pena máxima fue transformada, ahora sí, por Muriqi para empatar el partido. El Elche, aunque con diez, no renunciaba al triunfo y el equipo de Javier Aguirre intentaba sumar un nuevo triunfo. Muriqi fue expulsado a falta de siete minutos más la prolongación. Todo un mundo, aunque ya nada varió. Bueno, ya en tiempo de prolongación, Javier Aguirre dio por bueno este empate. Sumar un punto ante un equipo como el Elche es poco botín para un equipo excesivamente conservador. Aunque ya saben, que más vale empatar que perder. Es así.