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Jaume Vicent Costa Jordà (Valencia, 1988) conversa con la misma pasión con la que juega al fútbol. No mira el reloj, no esquiva preguntas y no ahorra en respuestas. Distinguido este verano como uno de los capitanes del Mallorca, solo hay un jugador en la plantilla con más canas que él (Ángel, trece meses mayor) y ninguno que mejore su expediente en Primera (229 partidos). Solo lleva un año y pico en Palma, aunque parece que ha pasado aquí media vida.

¿También tiene la sensación de que lleva mucho tiempo en Mallorca?
— Me costó un poquito la adaptación porque llevaba prácticamente toda la vida en casa. Palma es un sitio con un clima y una calidad de vida muy similar a la de mi tierra, pero no dejas de estar fuera, lejos de tu familia. Yo lo pagué con las lesiones, sobre todo al principio, y eso mermó mucho mi rendimiento. Luego me he ido aclimatando a Mallorca, a su gente, a estar solo aquí con mi mujer. Es un sitio espectacular para vivir y para continuar mi carrera. Soy una persona muy clara y transparente, se me ve venir desde lejos y digo siempre las cosas a la cara. Cuando eres así, la gente te respeta y ve que puede confiar en ti. Dentro y fuera del campo. Por eso igual parece que llevo más tiempo, aunque aún no he hecho nada que no hayan hecho mis compañeros.

Lo de encajar tan bien, ¿obedece a su experiencia o a su carácter?
— Cincuenta y cincuenta. Mi padre siempre me ha dicho que la experiencia es un grado y ahora lo entiendo. Y el carácter es fundamental dentro del vestuario. Cuando vinieron a buscarme ya les dije que podían contar conmigo para lo que necesitaran y ese es el primer paso para dar un rendimiento óptimo. Al final, los jugadores somos peones.

¿El brazalete pesa?
— Es una responsabilidad grande. Cuando me llamó Raíllo lo primero que dije es que no quería. No por eludir la responsabilidad, sino porque no llevo tanto aquí como para permitirme el lujo de llevar un brazalete. Hay gente que lo merece más. Pero la experiencia hace que se confíe en mí y debo aceptar esa exigencia. Ser capitán es un plus y supone ayudar siempre a tus compañeros y hacer valer su opinión, aunque a veces no sea la tuya.

Es el que lleva más partidos en Primera y casi el más veterano. Se supone que si habla le escuchan.
— He estado muchos años en clubes en los que la exigencia es muy alta. Soy el octavo jugador con más partidos en la historia del Villarreal y sé lo que es llevar a un equipo de Segunda a la Uefa o la Champions. Eso te da recorrido y cuando me dejan hablar lo hago desde el conocimiento. Tengo 34 años, me queda poco, pero quiero dar todo lo que pueda y lo que más ilusión me haría es que gente de la que hay en el vestuario, como Antonio o Gala o Dani, esté en Primera todo el tiempo que merece y siga creciendo. Nada me haría más feliz que retirarme y seguir viéndolos mucho tiempo ahí.

Pasó de ganar la Europa League y de jugar cada año la Champions a pelear hasta el final por salvarse. ¿Cómo se lleva eso?
— Es un cambio brutal, pero en Villarreal he tenido algún año de pelear en Segunda, por ascender o no bajar. Pelear por Europa o por salvarse es solo pelear por algo, por cumplir unos objetivos. Y hay clubes que tienen más opciones que otros. El Mallorca venía de años malos, no tenía un puesto fijo en ninguna categoría. Ahora hemos conseguido repetir y para mí supone la satisfacción de haber hecho algo bien. A veces puede ser como ganar una competición europea. Mi padre siempre me decía que primero va el uno y después, el dos. Para crecer, hay que planteárselo así. Lo primero es la permanencia y a partir de ahí, lo que venga.

Es un histórico del Villarreal, un club con el que existe una gran rivalidad. ¿Lo ha percibido?
— Nunca, jamás. Es de admirar y de elogiar y se lo agradezco mucho a la afición mallorquina. Ha sido siempre súper sincera, cariñosa y cercana, aunque venga de donde vengo. Valoro mucho el esfuerzo que hacen por venir al campo o por animarnos cuando las cosas no van bien, como pasó tras perder contra el Granada. Desde el primer día me acogieron muy bien y lo agradeceré siempre.

Los números del Mallorca son casi calcados a los del año pasado en este mismo punto. ¿Las sensaciones son muy diferentes?
— Distintas lo son, porque el año pasado venías de Segunda con la idea de mantener la dinámica positiva y el equipo enseguida se dio cuenta de que en Primera es todo muy diferente. Ese juego alegre y vistoso de las primeras jornadas es lo normal del que viene de ascender y hacer las cosas bien. Pero mi experiencia me dice que al final eso es irreal y que los de la primera mitad de la tabla son los que menos encajan. El año pasado ya le vimos las orejas al lobo y el míster ha hecho una cosa muy bien, que es intentar mantener la portería a cero. Llevamos los mismos puntos pero hemos jugado con rivales muy difíciles y en horarios muy complicados. Esperamos no sufrir tanto.

¿Le gusta su rol de carrilero o se siente más cómodo en la clásica defensa de cuatro?
— Te voy a ser sincero: es la primera vez en mi carrera que juego de carrilero. Solo lo había hecho unos pocos partidos y a veces incluso por la derecha. Ojalá me hubiera pillado con diez años menos (risas), como a Pablo (Maffeo). Es una posición divertida. Te da mucha libertad en ataque y en defensa tienes a un central más para ayudarte. Al mismo tiempo, es muy sacrificada. Corremos mucho, el entrenador te exige más y hay que volver atrás. En horarios como los recientes, a veces, se te hace muy pesado. Y depende también del equipo que tengas delante. En ocasiones la intensidad es muy alta y yo, con 34 años, no estoy para mucho (risas). Si el míster me pide jugar de central, que no me gusta nada, lo haré. Pero lo de carrilero me está gustando mucho.

¿Se lleva tan bien con Muriqi fuera del campo como dentro?
— Es un crack. El año pasado venía nuevo y estaba un poco cohibido, solo hablaba italiano... Ahora se ha visto lo que es: un muy buen tío y un cachondo. Tenemos un grupo muy sano y nos estamos divirtiendo mucho. Hay que ver a las plantillas cuando las cosas vienen mal dadas, pero de momento hemos formado un gran grupo. Nos llevamos muy bien y los que no juegan mejoran el ambiente.

Le pregunto por Javier Aguirre...
— Es muy buena persona. Me he enfrentado muchas veces a él y siempre que lo veía decía: ‘joder, este no para de hablar y de chillar’. Le tenía incluso un poco de rabia, porque cuando me caía al suelo delante de él venía y me decía: ‘venga, levántate’ (risas). He compartido vestuario con muchos mexicanos y su mentalidad me apasiona. El míster tiene una filosofía que puede parecer muy antigua pero cuando trabajas con él y con Toni (Amor) o Pol (Lorente) ves que no lo es tanto. En el cara a cara es un tío muy noble y eso me encanta. Y es muy cachondo.

A veces ha sido crítico con los árbitros y también muy comprensivo.
— Al final los conoces a todos desde hace mucho tiempo. Hablas con ellos, dialogas y te transmiten su inseguridad. Tienen unas normas que les cambian cada año y algunas de ellas tienen que aplicarlas según su punto de vista. A partir de ahí, son personas y cometen errores, como todos. Intento hacerle ver a la gente que hay que empatizar con ellos y nunca he creído ni creeré que pitan algo por ser de un equipo u otro. Su trabajo es muy difícil y nunca lo haría, así que no puedo criticarlo.

Entiendo entonces que no se han sentido perjudicados por los árbitros. Supongo que un tema diferente es el de los horarios.
— No nos sentimos perjudicados por los árbitros, sí por algunas decisiones. Nos molesta que no haya un criterio claro. En cuanto a los horarios, no recuerdo que ningún equipo haya jugado tres partidos seguidos a las dos de la tarde. Me sorprende mucho. Dicen que hay clubes que encajan más en el horario americano y otros, como nosotros, en el asiático. El tema es que tenemos que empatizar con todo el mundo, pero nadie empatiza con nosotros ni con nuestros aficionados. Ahora parece que se tiene más en cuenta a los de fuera que a los nuestros.

Ahora viene el Barça y es de los pocos de la plantilla que le han ganado alguna vez.
— Solo una vez y me tuve que ir al Valencia para hacerlo (risas). Al día siguiente fui al Mercadona y los aficionados me hacían la ola. Ganarle al Barça implica eso. Es un partido marcado con una cruz roja en los que tienes unas posibilidades muy bajas de ganar, aunque si haces las cosas bien… El año pasado lo vimos. Plantamos cara e incluso tuve una para empatar en el descuento y me la sacó Ter Stegen. Y en su campo, igual. Es una partido ilusionante, de los que quieres jugar. Tenemos que dar la cara y una buena imagen, como hicimos en el Bernabéu hasta los minutos finales.