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Mientras el Mallorca pierde crédito, altura y efectivos, Pablo Ortells permanece inmóvil en su despacho. El director deportivo parece vivir de espaldas a la realidad y va camino de repetir los errores del mercado de verano, cuando agotó hasta el último día para traer a un tal Hoppe -con más pinta de vigilante de la playa que de jugador de fútbol- para asumir el rol de goleador...

No ha querido, o sabido, fichar a un portero sano (los eternos problemas de Greiff dan para otro análisis); ni un central pese a la lesión de Raíllo; ni un extremo que desborde y no se pase el día tiñéndose el pelo en las redes sociales; ni el sustituto natural de Iddrisu Baba ni ese ‘9’ de referencia que marque las diferencias. A Ortells, que nunca se ha distinguido por su agilidad ni sus dotes como negociador, le convendría pasar a la acción y dejar el solitario.

Lago, Febas y (casi) Sastre ya no están; mientras que Reina, Oliván y Salva Sevilla van camino de cerrar la puerta del club dando un portazo. Quizás el ruido despierte al jefe de operaciones de su eterno letargo...