Los futbolistas del Mallorca y Arsenal, durante el minuto de silencio que se guardó en memoria por las víctimas de los atentados de ese mismo día. | Redacción Deportes

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El día amaneció con olor a fiesta. Todo estaba preparado para vivir una noche inolvidable. Son Moix se había enfundado su mejor traje para asistir al estreno del Real Mallorca en la Champions League, la pasarela más cotizada del continental, a la que el equipo balear había accedido por primera vez tras vencer al Hajduk Split croata en la fase previa.

Después del frustrado intento ante el Molde dos años antes, la clasificación para disputar la fase de grupos se había celebrado como un título.

No era para menos. El conjunto isleño había pasado de Segunda a la Champions en apenas un lustro. El sorteo deparó que el primer partido se disputara en casa y ante el Arsenal, el coco del grupo, un conjunto plagado de estrellas. Los Seaman, Campbell, Cole, Vieira, Ljungberg, Pires, Kanu, Henry y compañía desfilarían por la isla en un duelo que nadie se quería perder.

En el almuerzo

Pero mientras los futbolistas apuraban el almuerzo, el primer avión se estrellaba contra la Torre Norte del World Trade Center. Los jugadores subieron a sus habitaciones para seguir el desarrollo de los acontecimientos. Entonces se produjo el segundo impacto que se vivió en directo por televisión.

Mientras el mundo se estremecía, las dudas y la incertidumbre comenzaban a planear sobre el estreno del Mallorca en Champions. Los futbolistas intentaron hacer vida normal y los dirigentes se pasaron toda la tarde pendientes del teléfono y de la decisión que debía adoptar UEFA. También los cerca de 22.000 aficionados que guardaban su entrada como oro se mostraban expectantes. Nadie sabía qué iba a suceder. «Se va a suspender, se tiene que suspender. No se puede jugar un partido en estas condiciones, con el mundo en guerra y un ataque terrorista contra Estados Unidos», comentaban testigos directos de aquellas eternas horas por los pasillos de Son Moix.

Pero tanto el cuerpo técnico (Bernd Krauss era el entrenador) como la plantilla cumplieron con el protocolo establecido. Se dirigieron al campo y salieron a calentar... sin ni siquiera saber si el partido se disputaría o no. La UEFA no se había pronunciado y ahora, con los miles de aficionados presentes en Son Moix, la decisión presentaba más dificultades que si se hubiera decidido el aplazamiento unas horas antes.

Nada más concluir al calentamiento, los jugadores de ambos equipos recibieron el OK del delegado de la UEFA. El partido se jugaba y solo habría un minuto de silencio -un hecho casi insólito para el organismo continental- en memoria de las víctimas por esos atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York que habían sucedidos apenas unas horas antes.

Una fiesta agridulce

Una vez que el colegiado danés Knud Erik Fisher señaló el inicio, arrancó una fiesta «agridulce, extraña y rara» según los protagonistas, que desembocó en el triunfo gracias a penalti transformado por Engonga en el minuto 11. Aquel Mallorca formó con Leo Franco, Olaizola, Niño, Nadal, Miquel Soler, Engonga, Marcos, Campano, Ibagaza, Etoo y Luque. Novo sustituyó a Ibagaza (m.45), Paunovic a Luque (m.77) y antes Vicente (m.67) había suplido a Engonga. Al día siguiente, la UEFA rectificó y anuló toda la jornada de Champions.

PARTIDO DE COPA DE EUROPA DISPUTADO ENTRE EL REAL MALLORCA Y EL ARSENAL 1-0
Vicente Engonga bate a Seaman en el gol que supuso la victoria del Mallorca ante el Arsenal.

«Salimos a calentar sin saber si se jugaría o no; fue muy extraño», recuerda Engonga

Vicente Engonga, autor del gol de penalti que supuso la victoria del Mallorca ante el Arsenal en aquel 11-S de 2001, recuerda cómo vivió aquella jornada. «Fue un día raro porque lo que iba a ser una fiesta resultó ser uno de los días más trágicos de nuestra historia». El centrocampista explica la incertidumbre tras las horas posteriores a los atentados. «Nosotros seguimos las noticias por televisión sin saber muy bien si jugaríamos o no. De hecho salimos a calentar sin tener la certeza y no fue hasta el final del calentamiento cuando hicieron oficial que el partido se jugaba. Yo era de la opinión de que no se debería haber disputado por un ataque terrorista de esa magnitud».
El ambiente en el campo fue especial porque «los aficionados y nosotros estábamos asistiendo a algo que no volvería a suceder, como era el estreno del Mallorca en Champions. La gente se lo tomó como una fiesta. Otra cosa es lo que sucedió después. La vida ha cambiado mucho desde entonces...».