Robert Sarver en Son Moix. | Miquel Àngel Llabrés

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El 4 de enero de 2016 el Mallorca empezaba a escribir el último gran capítulo de su accidentada historia. La compañía Liga ACQ Legacy, integrada por Robert Sarver —banquero de Arizona y propietario de los Phoenix Suns—, el extenista Andy Kohlberg y el dos veces MVP de la NBA Steve Nash, desembolsaba 20.620.012,50 euros para adquirir 549.867 acciones de la sociedad anónima deportiva isleña. El club pasaba página, se ilusionaba con alcanzar la estabilidad institucional tras aparcar varios años de guerra en las trincheras y generaba a su alrededor una euforia que el tiempo y los resultados han evaporado. Este jueves se cumplen 500 días de aquel movimiento y la efeméride sorprende a la entidad en el peor momento de las casi cuatro últimas décadas, con medio cuerpo colgando sobre el abismo y luchando por sobrevivir en el fútbol profesional.

La puesta en escena del cambio de ciclo se celebró el 5 de enero, en plena víspera de Reyes. En una multitudinaria comparecencia ante los medios, Robert Sarver, que unos días antes había visto en directo al equipo en Elche, se presentaba y exponía su tratado de intenciones. «Es un proyecto a largo plazo, no es una aventura. Queremos ascender cuanto antes», sentenciaba. En aquel momento el primer equipo del Mallorca, en manos de Pepe Gálvez, sumaba 20 puntos y se encontraba fuera de las posiciones de descenso. El cambio de propiedad y la llegada de capital norteamericano impulsaban un torrente de euforia y optimismo.

Una vez que Sarver pone rumbo a su centro de operaciones en Phoenix le entrega el mando de la entidad a Maheta Molango. El consejero delegado asume la gestión del Mallorca y centra sus primeros pasos en la parcela deportiva. Firma tres futbolistas a golpe de talonario (Óscar Díaz, Pol Roigé y Lago Junior) e incorpora también a Colunga, Salomao y Ortuño, además de renovar el contrato de Brandon Thomas. En cualquier caso, el equipo abrocha la primera vuelta en puestos de descenso y Maheta saca la tijera para realizar su primera gran apuesta: sustituir a Gálvez por Fernando Vázquez. Poco más de dos meses después del relevo en la propiedad, el Mallorca celebra su Centenario. El equipo, que gana ese día, sigue caminando sobre la cuerda floja y empieza a temer por su futuro en Segunda. Se planta en la última jornada dependiendo de los rivales para salvarse y una victoria en Zorrilla y las carambolas le permiten amarrar la permanencia en el último suspiro.

El Mallorca pasa de curso y la propiedad, que construye su primer proyecto desde los cimientos, renueva su confianza en Fernando Vázquez. Los fichajes llegan a tiempo y la pretemporada del equipo se desarrolla con cierta normalidad. Todo va según lo previsto, sobre ruedas. Aunque el equipo ofrece una propuesta atractiva en las jornadas siguientes, no logra resultados y poco a poco va entrando en un laberinto. Meses después, a principios de diciembre y con el grupo colapsado, una derrota en Son Moix contra el Valladolid vuelve a desatar la ira de la hinchada, que arremete contra Fernando Vázquez. Molango vuelve a actuar. Decide destituir al gallego y apuesta por Olaizola, el preparador del filial. En el segundo partido del vasco, el último antes del parón navideño, Robert Sarver acude a Soria para ver el partido del Mallorca ante el Numancia, que acaba en una vergonzosa derrota y envía al equipo a pasar las Navidades en descenso por primera vez desde que bajó a Segunda División.

El año 2017 tampoco ha traído la luz que anunció en su momento la llegada del capital norteamericano. El equipo no acierta a levantar nunca los pies del suelo y convierte los bajos de la clasificación en su residencia habitual. Por si fuera poco, el mercado de invierno, que un año antes había supuesto la plataforma de lanzamiento de Molango, ensancha las grietas con la grada. El club incorpora dos laterales izquierdos (Saúl y Angeliño) y un mediocentro sin rodaje (Sasa Zdjelar). Los malos resultados se encadenan, la referencia de la salvación se pierde en el horizonte y se agota el efecto Olaizola mientras se tensa la relación con una afición cansada y decepcionada que contempla como al club se la va hundiendo el suelo que pisa. Llega Sergi Barjuan para obrar la gesta de la permanencia y sus dos primeros partidos en casa acaban con los seguidores abucheando a futbolistas y dirigentes a su salida del campo. Dos victorias reactivan las opciones pero el paso por Valladolid lo vuelve a dejar todo pendiente de lo que suceda el sábado contra el Almería, en un duelo al que acudirá Kohlberg. Han pasado un año, cuatro meses y dos semanas. 500 días. Y el Mallorca necesita un milagro para no caer en otro agujero negro.