Alfaro conduce un balón durante el partido de la primera vuelta ante el Deportivo. | Miguel Riopa

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Hoy es un buen domingo para resucitar el mejor fútbol. Son Moix vivirá esta tarde (17:00 horas) un encuentro de alto voltaje, una final entre las finales, un choque donde ganar es imprescindible para pensar, ahora sí, que la permanencia es más que posible. El Mallorca mide su estado de ánimo ante un Deportivo en pleno proceso de depresión institucional y con un pie y medio en Segunda División. Atraviesan los gallegos por una fase de la vida donde los excesos de sus directivos pasan una factura brutal y ninguna esfera del club se ve liberada de ello. Tampoco el vestuario.

El Mallorca tiene experiencia en excesos institucionales, ha hecho «mucha mili» y esta campaña una mala dirección por parte de Joaquín Caparrós acabó con el equipo en pleno vagón de cola. Ahora, con Manzano, la cosa pinta diferente y pese al traspié lógico del Bernabéu, el equipo quiere recuperar las sensaciones que ofreció, sin ir más lejos, el día del Sevilla.

Optimismo

Los baleares buscan un triunfo que les permita tomar impulso en la tabla, respirar más y mejor, mirar al futuro con optimismo y resucitar sus mejores sensaciones. Pocas veces tres puntos sirven para tanto y el técnico y los futbolistas lo saben por eso hoy el choque ante el Deportivo está marcado en sangre roja en el calendario.

El técnico tiene a sus mejores efectivos a su disposición, sobre todo a Gio, que es por donde se canaliza gran parte del poder ofensivo del Mallorca. En una semana de pasión, podría decirse que el mexicano es el ‘Espíritu Santo’ de este equipo, el que guía y hace creer al resto de los apóstoles en que la salvación es más que posible. Sin desmerecer el trabajo de ningún futbolista del Mallorca, el factor diferencial hoy por hoy lo marca Gio y a eso tiene que agarrarse el equipo en esta trascendental fase de la temporada.

Pero incluso más allá del factor de calidad marcado por la figura del joven mexicano, este Mallorca tiene en su fe el mayor motivo para creer en el objetivo de la permanencia. No solo se ha recuperado la autoestima, también ha vuelto el fútbol. Este equipo juega al fútbol mejor y durante más tiempo y por eso puede ganar a cualquier rival de la zona media y baja de la clasificación. Ese ejercicio de superación que ha llevado a cabo el Mallorca se ha trasladado a la afición, que vuelve a creer en sus futbolistas y por eso, a poco que se le ponga una entrada a tiro, la recoge con devoción y asiste al campo para animar a los jugadores. La hinchada isleña tiene un grupo de fieles incondicionales y otro que se mueve por impulsos, por emociones, porque le va la «marcha». Y en esta fase de la Liga se da un poco de todo, pero principalmente se da un escenario de esos del que es difícil evadirse y es que hay mucho en juego. Tanto que casi es pecado hoy perderse el partido. La salvación pasa por ganar.