Un gesto poco alentador.

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El Mallorca es una casa en ruinas. El equipo deambula por la Liga como un cadaver y la institución pierde sangre a borbotones. La crisis se filtra por los poros de la entidad, que se ha convertido en un caos en todas sus versiones. La plantilla profesional y el filial ocupan posiciones de descenso. El presidente Jaume Cladera se resiste a convocar el consejo de administración para tratar su destitución, incumpliendo su promesa y secuestrando la toma de decisiones de la SAD balear. Este egoísmo personal está afectando a la situación deportiva, que ni siquiera ha sido objeto de análisis por parte de los consejeros a pesar de estar firmando la peor racha -14 partidos oficiales sin ganar- de su historia. El aspecto social -el descenso en el número de abonados es alarmante- y económico -las pérdidas del curso pasado alcanzaron los 12 millones de euros- también están deteriorando a un club en ruinas.

HUNDIMIENTO PROGRESIVO

En descenso y con la peor racha sin ganar de su historia

Y Deportivamente, el primer equipo del Mallorca le ha propinado al proyecto de Serra Ferrer el golpe más duro hasta el momento. Después de llamar a las puertas de Europa el pasado mes de mayo gracias a una llamativa remontada, la dirección deportiva del club pasaba el bisturí por el vestuario y se agarraba de nuevo a Caparrós para empezar de cero. Al margen de algunas bajas significativas, focalizadas sobre todo en el centro del campo y, sobre todo, en la defensa, la entidad acudió al mercado en busca de soluciones. Y aunque al principio el propio club presumía de haber dado un salto de calidad, el paso del tiempo ha descubierto una planificación deportiva deficitaria y errónea.

86 días lleva crujiendo la estructura mallorquinista. Los mismos que lleva el el grupo de Caparrós sin imponerse a un contrario. En tres meses de camino entre las tinieblas, ha pasado de acampar en los puestos de Champions y de fantasear con volver a Europa a alojarse en uno de esos vagones que a final de campaña conducen a la Segunda División. En total, catorce partidos de pesadilla en los que, a falta del sello oficial, también ha puesto fin a su paseo por la Copa del Rey después de ser humillado la semana pasada en Palma por el Sevilla (0-5).

A pie de campo, el Mallorca ha sido víctima de un hundimiento progresivo que ha situado a algunos de los personajes con más peso de la entidad, como Serra Ferrer y Caparrós. El primero ha ampliado su catálogo con una serie de operaciones y movimientos que apenas le han reportado beneficios al club. De hecho, ya ha confirmado a través del presidente que va a tener que acudir al bazar invernal para tapar algunos agujeros y tratar de invertir la dinámica.

EL CRÉDITO DE CAPARRÓS

El vestuario se desmonta y camina sobre el alambre

En el caso de Caparrós, su caída resulta especialmente sorprendente. Avalado por una sólida trayectoria en la elite, el de Utrera recogió durante el curso pasado el testigo de Michael Laudrup y tras sellar las compuertas de Son Moix parecía que iba a mandar al equipo a volar con el cambio de ejercicio. Apoyado en la practicidad de su manual y con muy poco juego, transmitió esa reconfortante sensación en los primeros cinco fascículos del torneo. Sin embargo, tres meses después se ha quedado sin el abrigo de los números, el vestuario se le desmonta y camina sobre el alambre.

BRECHA SOCIAL

El público deserta de Son Moix

El Real Mallorca ha abierto una brecha social muy grande y el nivel de identificación con el proyecto de Serra Ferrer no es el mismo que prevaleció cuando el actual vicepresidente tomó las riendas de la entidad balear hace poco más de dos años. El público ha desertado de Son Moix y el número de socios ha disminuido una enormidad en comparación con la pasada campaña. Actualmente el club cuenta con 8.600 abonados, que llegan a 10.904 gracias a diversos convenios. El último ejercicio la cifra total fue de 15.940. La asistencia a Son Moix no aumenta y las entradas más notables, a excepción de las visitas de Barça o Madrid, ronda los 11.000 espectadores. Es evidente que la crisis ha influido, pero no es menos cierto que existe un claro desencuentro con el proyecto que encabeza Serra Ferrer. El regalo de invitaciones y las iniciativas que permiten a los socios adquirir entradas a precios populares, tampoco suponen una mayor afluencia de hinchas en las gradas, por lo que focalizar la reflexión únicamente en la crisis económica es pasar sólo de puntillas en un problema mucho más profundo.

EL FILIAL OLVIDADO

La propiedad desprecia al conjunto de Miquel Soler

Si el primer equipo del Mallorca huele a chamusquina, la situación del filial también es crítica. El conjunto nodriza divisa el epílogo de 2012 en el pozo del Grupo III de la Segunda División, en posiciones de descenso a Tercera, con una tarjeta plagada de números rojos y una perspectiva de futuro que no invita precisamente al optimismo.

En los últimos tiempos, el Mallorca B se había caracterizado siempre por disponer de futbolistas con peso específico. Con calidad, que lucían galones en momento de crisis. Pero el desprecio total de la planta noble al filial, al que está arrinconando desde que el curso alzó el telón, está empujando al grupo dirigido por Miquel Soler a las tinieblas. Solo han ganado tres partidos en toda la Liga y ‘Nanu’ dispone de un plantel cogido con alfileres. Aunque el filial se basa en la juventud, siempre figuran tres o cuatro jugadores ‘veteranos’, de entre 22 y 24 años, que son los que sostienen al grupo. No hay ningún jugador franquicia, nadie que sea capaz de asumir el mando cuando la situación lo requiere. Hay futbolistas que destacaron el pasado año, caso del delantero Abdón, que parecen haberse estancado. Solo ha anotado tres goles cuando está a punto de finalizar la primera vuelta, unos números deficientes para un delantero llamado a marcar diferencias en Segunda B.

La fractura abierta entre Toni Prats y Miquel Soler es evidente, aunque ambos mantienen las formas de cara a la galería. La fuerte personalidad de ambos chocan desde el primer día y esa grieta se está filtrando a la caseta de la escuadra nodriza. Tampoco existe un diálogo fluido con la plantilla profesional, una circunstancia que están pagando los futbolistas, y la reción entre Serra y Nanu es inexistente. De hecho, en las últimas semanas, Joaquín Caparrós está tirando más del juvenil (Cristeto, Brandon...) que del B, un ejemplo de la escasa calidad que existe en el segundo equipo.

PÉRDIDA DE ILUSIÓN

La hinchada carece de nuevos alicientes

Pero más allá de los problemas que han existido y existen entre parte de la afición y el club, pasa por la pérdida de ilusión en la masa social. El equipo no engancha, la ilusión de los primeros años desde que el equipo reingresó en la máxima categoría no existe y la inercia por sí sola no ha sido suficiente para que los aficionados mantengan encendida la llama.

DIVISIÓN EN LAS PEÑAS

Una guerra fría sin solución de continuidad

El Mallorca ha ido sembrando un campo de minas entre el club y la afición. Los precios de los abonos fueron el primero gran revés, que frenó ya a muchos de los aficionados a pasarse por las oficinas y a partir de ahí el distanciamiento entre la masa social fue aumentando debido a los numerosos frentes calentados a fuego lento y que han dado continuidad a una guerra fría sin solución de continuidad. La Federació de Penyes saliente, con Rafel Martorell en la presidencia, se mostró muy crítica con la gestión de Jaume Cladera y Serra Ferrer, lo que le costó la enemistad con la cúpula del club y a la vez dividió a la hinchada entre partidarios de la gestión de Cladera y Serra y los partidarios de Martorell.